ALGUNAS NOTAS SOBRE FEMINISMO, CUERPOS Y SEXUALIDADES
Rafael de Francisco, 2022
Al hilo de los relatos feministas sobre cuerpos, empoderamientos y liberaciones de intolerables discursos discriminatorios estaría presente, el siempre imprescindible grito de la libertad y consecución de una democracia de la decencia y la igualdad. Dicho esto, habría que reconocer una especie, por otra parte, comprensible, de apresuramiento, acompañada de un cierto fundamentalismo teórico/reivindicativo posiblemente fruto de la tozudez con que desde los sectores más reactivos de la sociedad, se responde ante estos planteamientos, inicialmente madrugados que, desde las reivindicaciones del voto femenino, han llegado al cuerpo y a la sexualidad de todos, dentro de un conjunto de exigentes y necesarias exigencias que, precisamente se hacen por las mujeres. Cuerpos de la mujer hablando y reivindicando nuevas lecturas y valoraciones del cuerpo, desde lo sociopolítico, hacia la más patente carnalidad de hombres, mujeres y niños, colocando, el inicial y concreto discurso feminista en referente basal, y como eje, de uno de los más potentes lenguajes liberadores de las últimas décadas en el canon de los valores occidentales. Reconociendo esta validez, se nos presentan dudas a propósito de los tonos en que, parece se estaría desarrollando y muy especialmente, en lo que podría constituir una especie de halo desbiologizante. Nos explicamos, si algo ha presentado de significativo en el proceso de modernización y progreso de la cultura occidental habría reposado sobre la biologización del cuerpo y su desvinculación de su sacramentalidad teologal a partir del primer Renacimiento y por qué, no, del relato somático/espiritual de la Reforma y, hasta probablemente, del muy anterior del cristianismo primitivo antes de la romanización imperialista del mismo, y del discurso desbiologizador paulino en su “Carta a los romanos.“Curiosa, paradójicamente, con Descartes se inaugura de manera sorprendente una potentísima biologización del cuerpo que lleva aparejada al mismo tiempo, su desbiologización al convertirle en un mecanismo separado del alma y reproduciendo de alguna manera el relato platónico en contraposición al aristotélico impregnado hasta la médula, de carnalidad y espíritu, en una unidad sociobiológica integral, que conforma la maqueta de ese peculiar ser vivo que es, el ser humano. Pues bien, desde los recorridos hacia la modernidad y desde ésta, a la posmodernidad cuántico/telemática se habría producido desde relevantes sectores de nuestro canon epistémico, el traspaso de una razón cuantificada, irrebatible e idealizada “ad astra” a la razón relativizada bajo el rótulo de la “construcción social “que, siendo probablemente lúcida, y que, algunos o muchos sociólogos, la hacemos nuestra, si reflexionamos libremente y nos desembarazamos de fundamentalismos como hicieron los “novatores” hace cuatro siglos con los argumentos de autoridad, podríamos encontrarnos con que, esa misma construcción social, también se puede predicar sobre ella, qué a su vez, es otra construcción social. Nosotros que con los años, vamos pensando que esto de la sociología, nunca será sociología si no, deja de engañarse con la apariencia y las primeras lecturas de las cosas y sobre todo, de las cosas que se van sacramentando ya sea, teológica o científicamente, de manera que, posiblemente detrás del discurso de la libertad y la autonomía individual podrían asentarse otra vez más, las trampas y moralizaciones laicas con que funciona en la actualidad esa singular “violencia simbólica” de la que nos hablaba el maestro Bourdieu hace ya, algunas décadas. Bienvenido sea todo discurso sobre la libertad que no repose sobre la estulticia criminal de algunos/as políticos, pero, sin embargo, existirían lenguajes liberadores – con toda seguridad realizados desde la bonhomía e ingenuidad de las izquierdas de salón -, que inicialmente pergeñados sin maldad, pueden perfectamente ser productivos y utilizables desde la frialdad racional del capital e incluso de las democracias beatíficamente manejables por los intereses del mercado. A modo de apunte y probablemente considerado por algunos o muchos, como heterodoxo e incompatible con lo políticamente correcto, nos atreveríamos a reflexionar “democráticamente “a modo de ejemplo, sobre la legislación actual sobre el matrimonio homosexual. Una ley correctísima desde la decencia y la ética política que marca, un antes y un después sobre las libertades de las emociones y del cuerpo, puede que, sin haberlo pensado, esté no solamente sacramentando, y moralizando determinados comportamientos de hombres y mujeres absolutamente admisibles y morales desde lo biosociológico pero que, van a ser desde la sociedad de las éticas del mercado, incrustadas en el orden productivo/moral del capital, eliminando su espoleta de obscenidad biosocial y de posible peligrosidad social, confundiendo la libertad en democracia con la moralidad o la domesticación en democracia; recordemos tan solo, la condena a Sócrates nada menos que desde el Ágora. De la misma manera, parte de las leyes LGTBI, obedeciendo sin duda a los valores del relato de la decencia y la libertad democrática, cuando se talibanizan y se manejan con un cierto apresuramiento, puede que se olviden de dos aspectos. Uno que lo biológico, que, el cuerpo “nunca se equivoca” y otro, que el hobbesiano marqueting del capital siempre se coloca a la retranca.