ALGUNAS REFLEXIONES SOBRE SOCIOLOGÍA CLÍNICA
A propósito de la inauguración del curso DIPLOMA DE SOCIOLOGÍA CLÍNICA en la UCM (2 abril 2014)
Rafael de Francisco López
Quizá la primera reflexión apuntaría a la consideración de la sociología clínica como una práctica o como un enfoque discursivo en cierta medida abierto y diferenciado de las formas y metodologías canónicas de las sociologías al uso. Suponiéndola, a modo de un cuerpo teórico como manera nueva de mirar y enfocar la realidad. Con la única limitación de unas pocas cautelas, podríamos decir rememorando a Frédéric Mispelblom (1993) que habría diferentes maneras de ser clínico.
Desde esta perspectiva discursiva y, a diferencia, de sociologías con otros enfoques y, muy especialmente, de las ciencias de la naturaleza, no presentaría acotamientos o referentes de paradigma unificados y acumulativos respondiendo exclusivamente, a las necesidades sociales entendidas éstas, como demandas situacionales.
De alguna manera, podríamos recordar el viejo planteamiento de algunos de los padres fundadores de la psicología social como Gabriel Tarde en sus Études de Psychologie Sociale (1898) cuando nos advertía que hay cosas que se repiten y cosas que no se repiten
En este sentido, las demandas situacionales o en román paladino, lo que le pasa y necesita la gente, serán siempre acontecimientos únicos, singulares e irrepetibles, difícilmente ubicables en series regulares y matematizables
De ahí, que las metodologías y herramientas de acercamiento utilizables por las sociologías clínicas pivoten más que sobre el dato, sobre la mirada y la palabra. Mirada y palabra que suponen una permanente disposición escuchante del sociólogo clínico.
Disposición que aunque desde los médicos de Cos estaría siempre presente, fue precisamente – recordando al Foucault de 1966 – a finales del XVIII cuando se reviste de una mirada objetivada sobre el cuerpo al saltar del “qué le duele” al “donde le duele” para ser completada, al mirar al cuerpo muerto con la posterior y definitiva mirada anatomoclínica como metáfora y simbólica de una ejercicio en el que desde el siglo V a.n.e. estuvieron siempre presentes la escucha, la palabra y una mirada cada vez más circunscrita a la realidad
Si establecemos una operación de traslación del discurso y la práctica médico clínica a las ciencias sociales nos encontraríamos con algo más que, una agradecida metáfora. Probablemente, con grandes paralelismos metodológicos más allá de sus patentes diferencias funcionales que, determinan sobre todo que, la sociología clínica no sea una clínica o una terapéutica de los social como reproducción o resonancia de las viejas trayectorias de la medicina social sino únicamente:
UN POSICIONAMIENTO ESCUCHANTE SOBRE LA REALIDAD CENTRADO Y PROTAGONIZADO POR EL SUJETO O SI SE PREFIERE POR LA GENTE, Y, LA ESCUCHA, NECESITA DE LA PALABRA
Probablemente, toda la historia, – o, parte relevante de la misma – de la sociología esté atravesada por una especial economía y manejo de la palabra.
Moviéndonos en un escenario español, desde los primeros acercamientos presociológicos o protopsicosociológicos que conocemos, la recogida de la información – o una parte de ella – llevaría siempre consigo diversos intentos de manipulación, ocultación o desviación de la palabra. En este sentido, puede que la realización del Informe secreto de Mateo Alemán sobre la situación de los forzados de la Minas de Almadén hacia 1593 sea una excepción ya, que, a nuestro entender, puede constituir un primerizo ejemplo en donde la palabra del entrevistado/interrogado es emitida sin ninguna presión. En el extremo opuesto, tendríamos el interrogatorio según el Directorium Inquisitorium de 1503 (Nicolás Aymerich 1376)
De alguna manera, hasta hace casi 30 o 40 años, los dispositivos de recogida de información han estado ladeando y/o bloqueando la palabra del entrevistado.
En esos otros desarrollos protosociológicos españoles como fueron las Relaciones Topográficas de Felipe II o los posteriores “Observaciones” de Antonio López o del Catastro del Marqués de Ensenada en el XVIII, la palabra de las gentes se mantenía mediada por un experto (el cura párroco, el maestro de primeras letras o el alcalde) que contestaba al cuestionario por los demás (en las topografías médicas ya en el XIX, sería el médico)
Incluso, en la famosa macroencuesta de la Comisión de Reformas Sociales de 1884, fueron normalmente los líderes sindicales o los representantes de asociaciones y ateneos obreros los que respondieron a las preguntas del cuestionario. Probablemente la primera encuesta dirigida y contestada directamente por los propios sujetos de la investigación estaría representada por la intentada – más bien perdida – por Marx, a propósito de una petición realizada desde La Revue Socialiste en 1880 a los trabajadores franceses compuesta por 90 preguntas en las que se contemplan minuciosamente todos los aspectos relevantes relacionados con la salud y las condiciones de trabajo de los encuestados[1]
En el campo de los estudios estrictamente demosociográficos, socioeconómicos y sociohigienistas más numerosos – aunque tardíos – de los que nos creemos, como los protagonizados por Güell y Pellicer, Masdevall, Ximénez de Lorite, Abreu, De la Sagra, Laureano Figuerola, Ildefonso Cerdá, Valentí Vivó, Jaime Queraltó, Philiph Hauser, Comenge o incluso Valdour) sería pertinente que la palabra estuviese limitada por su carácter referencial[2] aunque, sin ninguna duda, servirían para establecer relaciones sensibles entre lo que les acontecía a las gentes y sus condiciones de vida
En líneas generales, las sociologías al uso (y seguramente con una cierta pertinencia y productividad operativa) se han movido en los territorios de las proposiciones referenciales (las que remiten a cosas, comportamientos o situaciones perfectamente cuantificables)
Cuando se trata de las manifestaciones del lenguaje o proposiciones de significación, la dedicación ha sido por el contrario muy escasa y fragmentaria. Posiblemente por su escasa productividad económica (¿Quién la puede y quiere pagar?) y por su incomodidad sociopolítica en la medida en que intenta comprender y desvelar los significados de lo que les ocurre a las gentes en su vida psicosociocotidiana
Pues bien, será en estos territorios en los que la palabra del sujeto, debe presentar todo su potencial vivencial en el que a nuestro entender se debería mover la sociología clínica adoptando enfoques metodológicos preferentemente cualitativos, mediante los dispositivos técnico/metodológicos apropiados como son el grupo de discusión, la entrevista abierta, la observación participante o las historias de vida.
Será pues, la introducción al uso de estos dispositivos metodológicos – especialmente el grupo de discusión – a lo que dedicaremos nuestra aportación en el presente curso.
Una propuesta que, a nuestro entender, permite la presencia y realidad de la palabra del sujeto como referente de vivencias de lo sentido/vivido desde el nosotros de la cotidianidad de lo social y, que será desarrollado en nuestro escrito posterior De la mirada la escucha y la palabra
[1] Vide: Hilde Weiss, La encuesta a los obreros de Karl Marx (1936) traducida y comentada por Andrés Linares y editada por Miguel Castellote, Madrid, 1973
[2] Con la excepción de la obra de Jacques Valdour “El Obrero español” (1919) que supuso antes del Chicago de Goffman un verdadero trabajo de observación participante