RASTREANDO HUELLAS – CAPÍTULO 2
II.- LA CONSTRUCCIÓN DE LA SOCIOLOGÍA EN ESPAÑA
Aunque con un cierto y no muy holgado margen de tiempo derivado del particular desarrollo de la modernización social, industrial y científica española y al igual que en otras latitudes, el siglo XIX será también el siglo de la constitución o nacimiento de la sociología en nuestro país. Si en Francia fue una consecuencia de la Revolución y sus antecedentes posilustrados, más el desarrollo de la modernidad fabril (Sieyès,1780, Saint-Simon, 1813 Comte, 1838), en España, serán los ecos del Trienio con el paréntesis de 1854 – 1856 y de la Gloriosa – incluso forzando el tiempo, del 1812 y de las Comunidades de Castilla-,[1] los que, junto al peculiar modelo cultural y científico representado por el krausismo, desde donde se irá diseñando con una aceptable cadencia, la arquitectura moderna de la sociología en España.
En nuestro país, aparte de esa madrugada presociológica de “lo social” en el XVI, representada por Juan Luís Vives y otros autores más, las aportaciones de los ideólogos del primer liberalismo hispano como Ramón Salas y Cortés, Flórez Estrada y el posterior protosociólogo Ramón de La Sagra[2], en el que “lo social” se iría enganchando a una sociología aún no dicha, dado que la acuñación del neologismo sociología no sería ni mucho menos como se suele escriturar obra de gentes de una u otra manera engarzados o enfrentados al ideario krausista como Moreno Nieto[3] en 1874[4] y Gumersindo de Azcárate en 1876,[5] o Cánovas, sino algo que fue madrugadamente escrito et dit por gentes relacionados con el proletariado e intectualidad militante de la Federación Regional Española, embrión organizativo del anarquismo ibérico. Un humilde pero leído/instruido tipógrafo barcelonés de nombre Rafael Farga Pellicer (1844-1890) que en el número inaugural del periódico La Federación (1869) acuña o quizá más que acuñar contextualiza precisamente y por primera vez, el neologismo sociología en nuestro país con una claridad y posiblemente un voluntarismo descayolador al que nunca llegaría Moreno Nieto ni siquiera el Azcárate sociólogo.
Citaremos textualmente los dos momentos y el talonado de fondo desde el que, Rafael Farga escribe sobre sociología como presidenta de la junta directiva de La Federación en su número 1 de agosto de 1869, a propósito del “estudio de los conocimientos humanos que se relacionan con la ciencia social”
“…La ciencia social, la sociología, con su contundente e irrefutable lógica, resolverá esos problemas que tienden a alcanzar la emancipación completa de las clases trabajadoras, y, lo que es muy notable, esta grandiosa revolución social, y por la ciencia misma, puede efectuarse sin trastornos ni convulsiones, si a su inevitable curso oponen menguados tiranos su irritable despotismo…”
“…Para no divagar, en educación hay que entender sobre todo a nuestra naturaleza particular y a las relaciones de armonía con la naturaleza en general. Cada día irá siendo más reconocida la universalidad y armonía sociológica de los seres, y no se desconocerá que el derecho ha de ser dignamente fundado sin cesar en la razón…”
Párrafos de un instruido tipógrafo, que colocan a la sociología en un locus operativo e instrumental totalmente diferente al de los presociólogos krausistas Nieto, Colorado, Azcárate, Serrano, como iniciales padres tutores de la sociología española
A este obrero le va a seguir un intelectual anarquista; El arquitecto Trinidad Soriano Heredia nacido en Arahal (1847) un pueblo sevillano de potente memoria preanarquista (sucesos de 1857) que, durante el Congreso de la FRE celebrado en Zaragoza en 1872, y a propósito, de su alegato a favor de una enseñanza integral de las clases trabajadoras, diría como ampliación explicativa a las diferentes disciplinas que deberían formar parte de dicha enseñanza integral:
“…Estas pueden estudiarse en sus relaciones: Derechos y Deberes o sea moral; a cuyo estudio podemos llamarle Sociología…”
Extracto de las actas del segundo Congreso Obrero de la Federación Regional Española celebrado en Zaragoza en los días 4 al 11 de abril de 1872, pág. 121
Por lo tanto, sería posteriormente cuando nos encontremos con los etiquetados krausistas [6] y los contra sociológicos de Cánovas del Castillo[7] (1881) con su Discurso “La idea de Sociología” pero que, en principio y con otras acuñaciones ya, desde los griegos, intentó servir de pauta teórica y operativa para el dominio/control/racionalidad, de la existencia de las gentes. Un saber y una técnica/arte, que tuvo que,compartir espacio y tiempo con la teología, la medicina y la filosofía, una vez desvinculada de la magia, siendo a su vez, ladeada de los dioses antropomorfos para siglos después, escondiendo a Dios, yreconstruyendo saberes pretendidamente científicos y laicos, pero que, en puridad, mantuvieron siempre un Dieu caché[8](1955)
De cualquier manera, un saber paradójico cuyo agarre supera el anotar quién escribió/rotuló antes o después, este neologismo si no, el sustrato social, económico y político que haría posible su existencia escritural y semántica que, en el caso español se daría precisamente en el espacio/tiempo del final de la Septembrina y el de la Restauración, teniendo precisamente como primeros acuñadores a personajes que se mueven en escenarios sociopolíticos y culturales en cierto modo cercanos (los del liberalimo progresista o conservador) aunque fueron en el caso de Rafael Fraga o Trinidad Soriano, absolutamente contrapuestos. Unos, los que ya, hemos comentado de factura claramente libertaria, seguidos por el melifluo diseño de Moreno Nieto de relativa inspiración krausista que, como otros muchos intelectuales de su tiempo se mantuvieron emparedados entre un convencido liberalismo y su misticismo religioso o, ferviente y peculiar cristianismo más cercano al espiritualismo protestante que, al formalismo católico al que, casi simultáneamente le seguirían las figuras de Vicente Colorado, Azcárate y Serrano paulatinamente instalados y con diversas tonalidades en el krausopositivismo. Un recorrido con diferentes senderos, pero del que tenemos que resaltar los brotes madrugadores representados documentalmente por el anarquismo español desde su pionera plataforma organizacional de la FRE. No nos equivocaremos mucho si decimos que, mientras que la sociología francesa encuentra sus fuentes en el discurso, relato y la praxis del Tercer Estado, el español, lo haría en cierte medida desde el Cuarto Estado.
En estos senderos y trochas, no podemos olvidar la también olvidada figura de Don Nicolás Salmerón y Alonso; un personaje político inigualable, ejemplo de honestidad y decencia republicana[9] que, para nosotros hace sociología antes de la sociología o al menos, diseñando el telonado sociopolítico de fondo que pudo servir de inspiración y referencia para sus posteriores formulaciones.
Nicolás Salmerón y Alonso (1837-1908) desde su relación con el krausismo a través de Julián Sanz del Río, pasó a un claro positivismo inspirando de alguna forma la creación de la ILE y sin pretender ser sociólogo ni hacer sociología, se le puede considerar como un precursor de la sociología española sin necesidad de que este neologismo sea escriturado o dicho en sus libros, escritos periodísticos y discursos, aunque solamente fuese por su incansable afán político e intelectual en la defensa de la democracia y la libertad de pensamiento y de expresión creando, uno más, de los caldos de cultivo del que nacería la sociología académica española. Precisamente Sales y Ferré sería su profesor auxiliar en 1871 en la Cátedra de Metafísica de la que era titular Salmerón
A D. Nicolás Salmerón con sus aportaciones como periodista, articulista y parlamentario se le puede considerar como un antecedente o por lo menos como una de las figuras que van abriendo las puertas desde su pensamiento socio político, a la sociología sin necesidad de decirla o escribirla
Entre estas aportaciones citaremos:
1865, El pontificado y la civilización moderna
1865, La Encíclica “Quanta cura” y la civilización moderna
1868-1874; Doctrinal de Antropología (Cuadernos manuscritos escritos por sus alumnos del Colegio Internacional, 1866)
1871, Defensa de la legalidad de la Asociación Internacional de Trabajadores
1876, Un caso entre mil ó (sic) la Prensa y la Dictadura
1877, Cartas sobre el estado de la civilización presente
1904, Contestación al Mensaje de los obreros al jefe de La Unión Republicana
Toda la obra oral y escrita de Salmerón [10] se nos ofrece como muestra de las sementeras que, harían posible la constitución de la sociología académica en España. Un abonado que, desde lo sociopolítico parte fundamentalmente del Sexenio – con sus herencias de 1812-, y de las ilusiones de 1873, dibujando tres decorados o tres fuentes expositivas que sobre todo van a pivotar sobre nuestra peculiar y contumaz tortura histórica representada por la oposición progresismo/conservadurismo, darwinismo/creacionismo más reformas sociales/cerrazón patronal que, inundan el periodismo, el Parlamento, y los escritos reconductores/ordenadores de la cuestión social que, claramente se presenta ya, como “cuestión obrera.” En este sentido Don Nicolás Salmerón actuaría de manera combinada como periodista, parlamentario y defensor de la dignidad/legalidad del ya, reivindicativo movimiento obrero español e internacional; todo ello tejido desde las libertades democráticas y su convencido y militante republicanismo unitario que, sin embargo, le lleva a respetar -como defensor incansable de la libertad-, las opciones del republicanismo federal. Por supuesto que Salmerón no es un sociólogo, pero su obra política y su sensibilidad por la libertad y la democracia haría que, desde lo político, lo social, el periodismo, y la filosofía, incluso la metafísica, se pueda pasar a la construcción de la sociología española. De sus escritos, posiblemente el más próximo a un hacer sociológico sea “Un caso entre mil” (1876) una obra de Salmerón desconocida y perdida en los recovecos de la Biblioteca Nacional hasta que en 1971 fuese desempolvada por Fidel Villar Ribot un escritor y periodista granadino[11]
Además, y a propósito de Salmerón cuyos escritos como hemos apuntado anteriormente, son representativos de una sociología no dicha como tal y que, nos puede llevar a ciertas consideraciones sobre el proceso de constitución no solamente de la Sociología, sino de otras como la Antropología y, quizá a todas las ciencias en general.
Otro de los personajes que bebieron de las aguas del krausismo y, para nosotros, una más de las figuras olvidadas en la construcción del saber sociológico español en la línea de intelectuales, políticos y periodistas que hacen una sociología non dit, sería la del político liberal y articulista José María de Labra Cadrana (1840-1918) que aparte sus escritos sobre la cuestión social y las condiciones de trabajo obrero (Estudios de Economía Social, Madrid, Imp. de Minuesa, 1892) se le puede considerar como un verdadero sistematizador de la sociología de la esclavitud desde sus conferencias en 1872 como líder de la Conferencia Antiesclavista Española condensadas posteriormente, en su libro “La abolición de la esclavitud en el orden económico” (Madrid, J. Noguera, 1873)
Posiblemente colocables en el mismo elenco que hicieron posibles relatos político/sociales y que además en relación con ellos, intentaron reconducirlos hacia su materialización en leyes y anclajes operativos relacionables con la “cuestión social” nos encontramos con D. Emilio Castelar otra figura señera del liberalismo democrático español; otro más de los herederos de las libertades de 1868 que, claramente tampoco sería como D. Nicolás sociólogo, pero que, parte de sus escritos se pueden considerar como adelanto de la sociología política española y a su vez, semillero del clima cultural que haría posible la posterior institucionalización de la sociología en nuestro país. Entre sus escritos, los que consideramos más cercanos a un diseño presociológico fueron:
Cuestiones políticas y sociales, Madrid, Lib. San Martín, 1870
Fórmula del progreso, Madrid, Lib. San Martín, 1870
Recuerdos y esperanzas, Madrid, Lib. San Martín, 1880
posteriormente a Salmerón nos podemos encontrar con otra figura – por supuesto olvidada-, de esta tradición presociológica española representada por Ramón de Cala y Barea (1827-1902) un abogado y obrero del ferrocarril jerezano, con penetradas sensibilidades sociales y obreristas que le llevarían a la creación del Casino de los artesanos en el Jerez de 1864 como antesala de las Casas del pueblo socialistas y cuya obra más sociológica que, presociológica es: “El problema de la miseria resuelto por la armonía de los intereses humanos” (Madrid, Imprenta de Juan Iniesta Mendizábal, 1884)[12]
En estos escarceos casi arqueológicos no nos podemos olvidar de la figura de D. José Canalejas y Méndez (1854-1912) un personaje sin duda conocido como político pero que, nosotros le consideramos también representante de esas trochas que conducen de algún modo a la constitución de la sociología en España. Canalejas es sin duda, junto a Eduardo Dato, ambos víctimas del fanatismo ideológico – del color que sea-,un político excepcional en el que se mezclaron su militante talante liberal y a veces cercano a las ilusiones republicanas con un profundo patriotismo que, le llevaría a su alistamiento como soldado raso en Cuba después de haber sido ministro y, al mismo tiempo, a diseñar una política de independencia/autonómica, que nunca supo entender Sagasta, quizá condicionado por los intereses siempre inefables de la burguesía de los trapos catalana… Rastreando en sus aportaciones nos podemos encontrar con muy diversos escritos, discursos y actividades legislativas; todos ellos rozando o directamente relacionados con la problemática social y política de su tiempo como el Expediente sobre maltratos y torturas a los internos de las prisiones de Valencia y Sueca (1911), su protagonismo en el fallido intento de creación del Instituto de Trabajo (1901) su apoyo a Dato en la promulgación de las Ley de accidentes laborales de 1900, más algún discurso traspapelado como el pronunciado con motivo de la sesión inaugural del curso 1903-1904 en la R.A. de CC. MM. y Políticas en el que realiza una exhaustiva exposición del estado de la enseñanza de la sociología en el mundo.
En todos estos libros, crónicas y discursos, Castelar, Canalejas al igual que Salmerón o Margall, nunca (con la excepción de Canalejas) escrituraron el neologismo sociología… pero sin proponérselo, hicieron sociología en la medida en que miraron críticamente su tiempo político y social.
Recorridos, posiblemente parcos pero seminales, por los senderos que transcurren desde la política y lo social hasta la constitución de la sociología española, en que, nos vamos a topar continuamente con el pensamiento y la práctica liberal/democrática de personajes que, aunque tenga algún leve atisbo o referencia – muchas veces forzada y condicionada por nuestra propia perspectiva temporal-, rastreable desde el XVI, será algo que, realmente tiene sus fuentes más claras en 1812 aunque, arrastre estrechos manantiales desde el siglo XVI. Así, nos podemos encontrar con figuras como José Antonio de Canga y Arguelles (1771-1842) cuyas “Reflexiones sociales…” (1811) se las puede considerar como un patente exponente de ese pensamiento y hacer liberal desde el que lentamente se irá tejiendo el suelo sociocultural sobre el que se edificaría la sociología española.
Nuestro siglo XIX estaría repleto de personajes políticos e intelectuales que hicieron o formaron parte de la constitución del saber sociológico español en su último cuarto de siglo. El recorrido sería desde la naturaleza al hombre y, desde el hombre a lo social, para terminar en la vera sociología finisecular partiendo, de un inaugural pensamiento antropológico español enlazando con la obra de los cronistas de Indias y de escritos como La Antoniana Margarita (Medina del Campo 1554) del médico converso castellano Gómez Pereira que, por otra parte, se puede considerar como un antecedente del Descartes de 1637 más, la Nueva Filosofía de la Naturaleza del Hombre de Oliva de Sabuco (Madrid, 1587) libro realmente escrito por su padre el bachiller Miguel de Sabuco.
Posteriormente nos encontramos con el médico gallego y militante liberal José Jorge de la Peña (1805-1888) y su libro Ensayo sobre la perfección del hombre (1842) junto a su “Código Social o sea Eco de la Moral” (1844)
Por supuesto no, son obras sociológicas y en el caso de Jorge de la Peña puede que tan solo, un escrito inaugural de higiene socio/doméstica, pero a la vez, son escritos que desvelando la vida del hombre desde su ser biológico enlazan con su medio social. Una operación intelectual que abre el camino para la colocación del ser humano en el territorio social/convivencial de su tiempo, completando/cerrando, el espacio higiénico/antropológico/humanista/renacentista.
Otros autores de la primera mitad del XIX que se mueven en los territorios de la Higiene Pública, como el médico higienista Pedro Felipe Monlau (1808-1871) también se le puede tener a pesar de su insoportable moralismo/paternalista, como precursor de indiscutibles sensibilidades sociales. De la ingente obra de Monlau[13] podemos apuntar:
Remedios del Pauperismo (1846)
Elementos de Higiene Pública (1847)
Memoria sobre las medidas que puede dictar el Gobierno a favor de las clases trabajadoras (1856)
Discurso ante la Academia de CC. MM. y Políticas de Madrid sobre: “Patología Social” (1870)
Sobrepasando la mediana del siglo otros autores como el catalán Manuel Durán y Bas (1823-1917) un precursor del relato catalanista, pero al mismo tiempo un convencido y peculiar liberal/católico que, parte de lo político hacia lo social, en libros y discursos de los que, algunos se pueden considerar como escritos realmente sociológicos, y muy especialmente, Estudios morales, sociales y económicos (Barcelona, Imprenta Barcelonesa, 1895)
Otras referencias:
Estudios políticos y económicos (1856)
Discurso ante el Ateneo de Barcelona sobre “El mejoramiento de las condiciones sociales” (1876)
En oposición a esta saga de gentes que directa o lateralmente recibieron influencias que van desde Las Comunidades castellanas, la antropología fundacional, la higiene pública europea – especialmente la francesa -, hasta la Constitución gaditana y, en cierta manera catalizadas por el krausismo, tendríamos a los políticos e intelectuales que fueron diseñando la matriz de un relato sociológico de alguna forma antisociológico, representada por Cánovas y amparada previamente por el Syllabus (1862) y la Quanta Cura[14] (1864) mostrando a su vez, el complejo escenario que marca el alba de la sociología española. Por un lado, las herencias de 1812; por otro el enterrado brote de la sociología del grito de 1869 más la endeble y velada recepción del positivismo en el caso de Moreno Nieto[15] acompañada de una sociología organicista/positivista del desconocido Vicente Colorado y la quizá titubeante de Azcárate para concretarse en la nítidamente positivista de Urbano G. Serrano y enfrente, una militante resistencia conservadora y claramente antipositivista liderada por Cánovas y sus herencias dejadas por Donoso Cortés en 1851 en su “Ensayo sobre el catolicismo…” Discursos que probablemente marcan y fijan los ejes sociopolíticos y culturales españoles enfrentados en mayor o menor grado y, sobre todo, atragantados desde 1858. El militantismo “comunero” o esa “idea,” de una parte del asociacionismo obrero, como el krausismo; el tímido, pero honesto heredero de un liberalismo que no fue posible ni durante el Trienio, ni desde las ilusiones del 68, pero que, a pesar de su laberíntico misticismo espiritualista, serviría para abonar la libertad de expresión y de pensamiento. Una sementera y una puerta abierta o semiabierta- pero nunca cerrada- por el que entraría el darwinismo, el positivismo y también la sociología. Circunstancias paradójicas que permitirían que por las aspilleras del krausismo se colara la sociología y que, como resistencia y relato táctico/combativo frente a esta sociología de la modernidad democrática, se fuese edificando una contrasociología de la servidumbre, emblematizada por esa “idea de sociología” esgrimida por Cánovas, claramente antipositivista/combativa/conservadora, que, sumada a la confusa de Moreno Nieto, puede que nos ayude a entender el peculiar escenario de aparición/constitución de los primeros relatos en los se acuña como neologismo la palabra sociología. Por una parte, las tímidas pero al fin y al cabo, honestas y sentidas sensibilides positivistas del krausismo fundacional, y, por otra parte, la cultura de resistencia a la modernidad liberal/laica/democrática desde la que se reconstruye, el catolicismo español moderno, por supuesto, imposible de ser ya, trentino, pero continuamente intentando marcar distancias a lo que puede suponer el positivismo en sus diversos nichos[16] más, la sociología, como mirada desveladora o por lo menos, bajo sospecha en una sociedad con demasiados desacuerdos ideológicos, culturales y políticos a los que se uniría esa “rosa de fuego”[17] que supuso la “cuestión social/obrera” en la España finisecular
Volviendo a Moreno Nieto y, aunque se le haya atribuido en general, la falsa madrugada en la escrituración del neologismo sociología, su idea de ésta, se manifiesta con una espesura cuya lectura y comprensión se hace con dificultad; un poco en línea con la retórica escritural de las gentes que, de una forma u otra, han bebido intelectualmente del krausismo. En cuanto a la sociología, admite su necesidad funcional e, incluso, su diseño positivista, pero a su vez, criticando su distanciamiento de los valores espiritualistas de la sociedad occidental. Ambigüedades quizá, también heredadas de un krausismo permanente engatillado entre su seminal vena espiritualista y sus indecisiones, para mirar la cruda realidad política y social de su tiempo qué, posteriormente, sería reconducida por Urbano González Serrano en 1884, instalado plenamente en el krausopositivismo acompañado por la bonhomía intelectual y socio política de Gumersindo de Azcarate (1876)[18] a pesar de sus fantasmas espiritualistas heredados del krausismo fundacional, hasta su academización e institucionalización como saber académico y científico/positivista, por Don Manuel Sales y Ferré que, seguido por Don Adolfo González Posada, los realmente bruñidores de la sociología en España. Y, todo esto, sin olvidarnos de una especie de brote rizomático representado por la sociología escriturada y desarrollada desde el anarquismo finisecular español cuyo representante más resaltable sería para nosotros Joan Montseny (alias Federico Urales) con su libro “Sociología anarquista” (La Coruña, 1896) precisamente en la década en que se publican los escritos de Sales y Ferré y se academiza la sociología española.
Rematando el asunto y siguiendo con el XIX, en el tiempo de Sales y Ferré, debemos mencionar a otra figura olvidada de la constitución de la sociología española. Nos referimos a Vicente Santamaría de Paredes (1853-1924) un personaje eminentemente conservador, aristócrata, ministro en el gabinete Moret, pero paradójicamente dotado de una profunda sensibilidad social que le permitirían desarrollar una documentadísima exposición/lección de sociología, en su Discurso ante la Real Academia de CC MM y Políticas (impresión Madrid, 1896) rotulada: “El concepto de organismo social”
Indiscutiblemente, los años que van de la emblemática fecha de 1871 hasta los primeros escritos sociológicos de Adolfo G. Posada en 1908, son indiscutiblemente los de constitución de la sociología en nuestro país. Un proceso no solamente teórico reflexivo sino al mismo tiempo empírico representado por la exhaustiva encuesta obrera promovida y gestionada desde la Comisión de Reformas Sociales. Es más, nos podemos atrever a decir que, con casi 80 años de diferencia esta encuesta de 1883 junto al Informe FOESSA de 1966 constituyen un ejemplo valiosísimo y probablemente único de la sociología empírica española; la de la Comisión sobre las condiciones de trabajo y el FOESSA, sobre las condiciones de vida.
Una sociología empírica que no es necesariamente cuantitativa, sino que se sustenta en la palabra y que nos, puede conducir además a entender ¿Qué es esto, del hacer sociológico?
Por otra parte, y este es un dato que suele pasar desapercibido La Comisión de Reformas Sociales se desarrolla y nace paralelamente a una potente sensibilidad sociológica en los círculos más concienciados del obrerismo español representado especialmente por el anarquismo ibérico y, siendo objetivos,
algunos sectores de la burguesía menos conservadora – e, inteligente-, Así, en el verano de 1883, unos meses antes del decreto que instaura la CRS, tendría lugar en el Ateneo-Casino Obrero de Valencia un Congreso Nacional Sociológico que, para nosotros supone un significativo momento institucionalizador de la sociología española con una nítida e indiscutible vitola de talante reformista/interclasista que, en cuestión de unos pocos años será criticada/reconducida por el enfoque sociológico anarquista…probablemente menos productivo y posible, pero al mismo tiempo, condicionado/obligado por la cerrazón de los dueños españoles del Capital y del Estado.
Este peculiar pero significativo Congreso Sociológico de Valencia, nos marcaría el clima y el eje de desarrollo que, para nosotros conforma el decorado de fondo desde el que, se irá construyendo la sociología española que, no es tanto un genérico escenario burgués como en cierto modo acuñase el profesor Arboleya, sino el de un marco concreto en el que las burguesías (especialmente las catalanas) fabriles necesitaban marcos jurídicos y herramientas sociales para el manejo y control de una clase obrera reconstituida después de las represiones de la etapa canovista contra la Internacional.
Curiosa y significativamente este Congreso valenciano se autodefiniría como sociológico, y en cierto modo, como deriva del particular significado que va a tener la sociología española en sus momentos o tiempos fundacionales. Un saber sobre la cuestión social manejando herramientas sociopolíticas de achique y contención que no solo eviten el desmoronamiento del orden del capital sino, que le hagan más funcional y productivo… en el fondo pautando la sinfonía biopolítica de la que, probablemente nace toda la música sociológica y, no solamente la española.
El seguimiento exhaustivo del desarrollo de este Congreso valenciano que no olvidemos fue interclasista, termina consecuentemente con el triunfo de las posturas resistentes a la tutela o intervención estatal ante la “cuestión social “tumbando las propuestas formuladas por el asociacionismo obrero especialmente defendidas por los representantes sindicales del textil barcelonés y los tipógrafos madrileños. Esta situación en cierta medida inestable y contraria a la voluntad tutelar y por qué, no decir interesada del gobierno Sagasta, haría necesaria la creación inmediata de la Comisión de Reformas Sociales como forma de salir de la situación en cierta medida terminada en tablas, del Congreso Sociológico de Valencia. Algo que también nos puede dar alguna pista más, para entender el clima social y político en los años en que se institucionaliza la sociología en nuestro país. Por un lado, la necesidad de los elementos más modernizados del poder para contar con una herramienta científica de control social y por otra, la tozudez de los acaparadores reales del poder en la sociedad española de oligarquía fabril/agrícola y caciquismo electoral (a pesar de la Ley electoral 26/1890)[19]acompañado todos estos relatos contrapuestos con un cierto distanciamiento de las posturas más radicales del asociacionismo obrero, especialmente del barcelonés que se movería mayoritariamente – a pesar de los Pàmies -, inspirado por el relato y la praxis revolucionaria de la Internacional y del 1871 parisino
Volviendo a la encuesta obrera de la CRS y, desde su diseño metodológico nos encontramos con un documento en el que a pesar de su armonicismo y sus fantasmas domésticos de posible herencia krausista (las cursivas siempre nuestras) presenta una praxis sociológica excepcional y exhaustiva en la que se combina la palabra con la escritura desde los mismos encuestados o informantes abarcando no solamente los medios obreros – siempre con cautelas-, sino todo el tejido social y económico de la España fabril de forma directa, a diferencia de los informes, censos, catastros y registros realizados en tiempos anteriores en donde los intermediarios eran los regidores, curas y maestros o, las topografías sociomédicas confeccionadas por los médicos rurales como la de Gaspar Casal a propósito del “Mal de la rosa” (1762) en tierras asturianas.
A fuer de resultar algo prolijos enumeramos el índice de los cinco volúmenes de que consta esta única y valiosísima encuesta/informe con un cuestionario de 223 preguntas:
1.- Información oral de Madrid:
10 Sesiones e informes
2.- Contestaciones de Centros oficiales de Madrid:
5 Informes
3.- Contestaciones de Corporaciones de Madrid:
33 Corporaciones y ponencias tocando desde una comunicación firmada por Serrano Fatigati sobre “La condición económica de la clase obrera” hasta la titulada: “Causas del escepticismo religioso de la claseobrera” por José García y García
4.- Contestaciones particulares de Madrid:
14 Contestaciones desde la Asociación libre del arte de imprimir hasta el Porvenir, sociedad de trabajadores en hierro y demás metales
5.- Memoria de la Comisión provincial de Valencia:
33 Informes
6.- Información oral de Valencia:
7 informaciones
7.- Informaciones orales de los pueblos de Valencia:
13 Informantes
8.- Informaciones escritas sobre Valencia capital y provincia:
41 Informes concernientes a Valencia, Onteniente, Alberique, Liria, Ayora, Sueca, Orriols, Chelva, y Tabernes
9.- Apéndice al apartado valenciano:
54 Documentos y aportaciones
10.- Información de Alicante y su provincia:
15 Comunicaciones
11.- Información de la provincia de Ávila:
10 Informes y comunicaciones
12.- Información de la provincia de Badajoz:
1 Informe
13.- Información de la provincia de Burgos:
12 Informes
14.- Información de la provincia de Cáceres:
3 Informes
15.- Informes de Fundaciones benéficas españolas:
7 Comunicaciones
16.- Informes de Alcaldes de provincias españolas:
10 Informes
17.-Informes de registradores de la propiedad:
12 Informes
18.- Informe de Plasencia:
3 Memorias (2 escritas y otra oral)
18.- Información de la provincia de La Coruña:
10 Comunicaciones
19.- Información de la provincia de Jaén:
2 Informes
20.- Información de la provincia de Navarra:
84 Informes
21.-Información de la provincia de Oviedo:
4 Informes
22.- Información de la provincia de Palencia:
7 Informes orales y 6 informes escritos
23.- Informes provincia de Palencia:
6 Informes
24.- Información de la provincia de Vizcaya:
1 Informe-ponencia
25.-Contestación del Centro Industrial de Cataluña
1 Contestación
En total y, en principio, 393 contestaciones referidas a territorios sociolaborales con una cierta preponderancia de los fabriles marcando el contenido patentemente industrial/maquínico de la posterior Ley Dato de prevención y aseguramientos de los accidentes de trabajo (30 enero 1900) aunque repetimos, echamos de menos la presencia de los territorios y colectivos obreros más candentes/concienciados, como los representados por el asociacionismo catalán o el joven PSOE y, en particular con los del ya, gran colectivo obrero asociado a la FRE, como deriva española de la A.I.T. En esta gran encuesta de la CRS, que por la información que actualmente manejamos y a pesar de sus intenciones de fondo nunca inocentes, no sería igualada en otros países de nuestro entorno, nos muestra un cuestionario con un desarrollo absolutamente integral sobre condiciones de trabajo, datos sociales, económicos, legislativos, institucionales y aspectos psicológicos relacionados con el trabajo, como por ejemplo la pregunta 107 que dice textualmente:
“Efecto del mismo (se refiere al trabajo infantil) en el desarrollo físico y espiritual de la población obrera.”
En total, nada menos que 223 preguntas y cuestiones cuya formulación es totalmente abierta respondiendo a un criterio nunca encorsetado como el realizado habitualmente, por las técnicas de encuesta con cuestionario totalmente cerrado. Estas preguntas se hallan repartidas en 32 escenarios o grupos, referenciando todo el mundo laboral, económico, social, hacendístico, fiscal, jurídico, tutelar y administrativo relacionable con la problemática socio laboral de las ciudades y entornos en los que se contestó al prolijo e inigualable cuestionario en el que se contenía algún dato cuantitativo pero que, en su mayoría, descansó sobre la palabra dicha o escrita de los encuestados
Estos 32 grupos serán los siguientes:
Grupo I.- Gremios
Grupo II.- Huelgas
Grupo III.-Jurados Mixtos
Grupo IV.- Asociaciones
V.- Inválidos del trabajo
VI.-Condición económica de la clase obrera
VII.- Industrias domésticas
VIII.- Condición moral de la clase obrera
X.- Condición social y política de la clase obrera
XI.-Salario IX.- Condición de la familia obrera
XII.- Participación en los beneficios
XIII.- Horas de trabajo
XIV.- Trabajo de las mujeres
XV.- Trabajo de los niños
XVI.- Cultivo de la tierra
XVII.-Obras agrícolas
XVIII.- Labriegos y propietarios
XIX.- Aparcería
XX.- Arrendamiento de fincas urbanas
XXI.- Instituciones censales
XXII.- Influjo en la condición patronal
XXIII.- Crédito territorial
XXIV.-Bienes comunales
XXV.-Montes públicos
XXVI.- Instituciones de prevención de crédito y de seguro
XXVII.-Beneficencia
XXVIII.- Educación
XXIX.- Sucesión hereditaria
XXX.- Impuestos
XXXI.- Industrias explotadas por el Estado
XXXII.-Obras públicas
Una documentación y una madrugadora metodología y diseño ajeno a la cuantificación, que reposaría mayoritaria/estructuralmente, en la palabra y que, como otros documentos y referencias de nuestra memoria sociológica suele pasar inadvertida en nuestras aulas de sociología…
Sin embargo, tendríamos – como hemos ya adelantado casi de refilón-,que hacer alguna puntualización ya, que según nuestras pesquisas y rastreos, el Informe oficial de 1894 sobre esta macroencuesta estaría astutamente incompleto apuntando y desvelando, la estrategia de fondo de la misma denunciada por el médico socialista Jaime Vera precisamente, en su respuesta a la Comisión como representante y ponente del informe remitido por el PSOE en 1884 en donde denuncia la ambigüedad de la encuesta y su telonado de fondo burgués conciliador y funcionalmente productivo, para los sectores más inteligentes de las burguesías españolas del capital, la fábrica y la tierra.
Otro apartado que hemos echado en falta sería la transcripción e inclusión en el informe oficial de 1894, de las respuestas al Informe/Memoria sobre la situación obrera en Valladolid y su provincia, no obstante, reconstruido y documentado excepcionalmente, por el trabajo de varios investigadores vallisoletanos coordinados por el profesor de la Universidad de Valladolid Jesús María Palomares Ibáñez (1985)
Por otra parte, y, según nuestro modesto entender, pensamos que, aunque posiblemente, lo que llamamos sociología y a los que consideramos como sociólogos (aunque seamos fronterizos) constituya y corresponda tan solo, al territorio socio/histórico de la modernidad industrial o, en otros términos, a la modernidad política que nace con la Revolución Francesa; momento y lugar, en el que, además se semantiza/escribe, el concepto moderno/burgués de sociedad, a través del lenguaje y la praxis del Tercer Estado dando lugar a cuatro constructos sociológicos y lingüísticos. Uno, el de individuo libre y en igualdad, y, otros, el de Nación y Sociedad[20] más, la sociología, como el saber englobador/racionalizador, de manera qué, a partir de este nuevo espacio/tiempo, la mirada social o lo social, se iría reconstituyendo/transformarse en ciencia positiva de una madrugadora sociedad organizada desde el solado de un novedoso espacio social y político: el de la Nación versus la Corona, y el de sociedad como espacio del ciudadano versus conjunto de súbditos, como lugar de la dependencia/servidumbre social y política (por supuesto las cursivas siguen siendo nuestras)
Según esto, la sociología moderna o la sociología que los académicos consideran como vera sociología, sería la que se construye asentada sobre el lenguaje, la práctica y el suelo de la Nación…un solado, diferente al de la Polis griega, la Ciudad de Dios, la Ciudad del Rey o el Burgo medieval, de alguna manera impotentes, para construir ese formato de sociología de pretendida urdimbre científica pero a la vez, posiblemente aptos para crear otros modelos de relato y de miradas sobre los avatares de la convivencia de las gentes que, para nosotros constituirían posibles “sociologías” pero “sin sociología “o, “sin sociólogos” o, al menos, desde otro modelo de sociedad como la ciudad feudal/medieval de la Baja Edad Media o la ciudad del Rey y Dios del Renacimiento español, en donde aún, la burguesía de la manufactura y del comercio, no habría conseguido su hegemonía. Precisamente la sociología irrumpe y se comienza a institucionalizar en España, en la última mitad del XIX, cuando las burguesías de la banca, las chimeneas y el comercio, conquistan la ciudad o parecen que la han conquistado…en la medida en que, probablemente hasta 1931, la ciudad seguiría estando realmente, en manos del Rey, del Obispo o, de las oligarquías de la tierra, y la Banca, salvo en unas pocas ciudades como Bilbao y Barcelona, en donde las burguesías del hierro, el acero o, los tejidos, controlando/administrando claramente una ciudad que, en el resto del país seguiría siendo sobre todo levítica, manteniendo desde nada menos que, durante 16 siglos, el diseño de ciudad Paulino/Constantina, en donde el Obispo sustituiría definitivamente al Prefecto romano…en este sentido, la religión cristiana/paulina, no conquista Roma, sino por el contrario sería la Roma de los siglos III y IV, la que conquista y reconstruye el cristianismo en sustitución de sus dioses ancestrales…posiblemente porque esos mismos dioses no les serían útiles para asentar su modelo socioeconómico para la reproducción del imperio por los senderos del feudalismo y, de ahí, probablemente la razón por la qué, muchas familias de la elites patricias abrazan la reconstituida pero ya, vieja religión esenia predicada por el Profeta judío/palestino en las tierras de Galilea, cuatro siglos antes.
Además, será un hacer que, se va considerando como una tékne, como un saber hacer, que, no es otra cosa que una técnica; un artefacto cultural ejercido tautológicamente por los sociólogos[21]y, que, tomado literalmente nos coloca en la paradoja de qué si la sociología es lo que hacen los sociólogos,[22]no tendríamos sociología en España hasta que en 1977 se gradúan los primeros licenciados en Sociología[23] españoles o incluso en Francia hasta bien entrados los años cincuenta, concretamente en 1958, con la incorporación en la Universidad francesa del grado de Sociología[24]. En Italia, la primera cátedra estricta e independiente de Sociología la obtendría Franco Ferrarotti en la Universidad de Roma en 1959 y en España después de Sales y Ferré en 1899 y Severino Aznar en 1916, quedaría vacante hasta 1954 con Arboleya como titular. Entre medias tendríamos la madrugadora cátedra de Sociología de la Real Academia de CC. PP. y Morales que dura desde 1881 hasta 1917, seguidos por los cursos de sociología de la ILE (1887-1888) y del Ateneo madrileño (1882) continuados en 1896 y, organizados uno, por Gumersindo de Azárate y, otro sobre Fundamentos de la sociología por Sales y Ferré. Entre medias, el olvidado Congreso Nacional de Sociología (1883) del Ateneo obrero de Valencia, seguidos años más tarde por los impartidos en la Facultad de Derecho de la Central de Madrid, dados por José Medina Echavarría entre 1934-1936, para ir desapareciendo totalmente durante el franquismo, en las universidades españolas hasta que Arboleya consigue una cátedra de Sociología en la Facultad de Ciencias PP y Económicas de la Central de Madrid en 1954 y otra segunda en La Facultad de Económicas de Barcelona (1962) por Salustiano del Campo[25], para volver éste, a Madrid en 1967, ocupando la cátedra dejada vacante por Arboleya en 1959 y, sin olvidarnos de la cátedra de sociología obtenida por José Jiménez Blanco(1930-2009) en la Facultad de CC. PP. y Comerciales de la Universidad de Bilbao en 1962.
A nuestro entender, para intentar comprender lo que ha podido suponer la construcción y desarrollo de la sociología,[26] supone especialmente, sumergirse en la particular/singular historia científica, social y política de cada país, introductora de perfiles y diferencias sustanciales en sus significados y tiempos en relación, a cómo, se habría efectuado en otros territorios de este o semejante entorno, europeo y occidental, incluyendo especialmente la Norteamérica del Norte y de México, esta última catalizada por los transterrados sociólogos republicanos españoles
Por otra parte, el que un sociólogo piense desde su propio oficio sobre sociología será, además, intentar hacer sociología desde la sociología; suponiendo un saber autorreferente en donde el pensamiento será continuamente pensado desde el mismo pensamiento y siguiendo a Simmel[27], desde un particular modelo realizado según las diferentes formas de socialización. Una tarea probablemente llena de trampas dependiendo, sobre todo, del locus del sociólogo que se atreva con ello. Con toda seguridad no se tendrá la misma subjetividad – voluntarista o cínicamente “objetivada” -, si nos situamos en la beatitud académica, en su utilización como ariete social, o, sencillamente, en la rizomática práctica del oficio; y, ésto, sin añadir el quién, paga o patrocina la investigación, el quehacer profesional o la institución académica respectiva. Aspecto éste, en el panorama español, complejo, prolijo y siempre, peculiarmente bamboleado por nuestra particular historia social y política. Si todo saber científico requiere superar dos pruebas, la de la empiria adecuándose a la realidad de los hechos, y la epistémica, presentando una cierta coherencia lógica, la sociología necesita superar una tercera prueba, la de la subjetividad/objetivada más probablemente, el atrevimiento y la valentía; algo tozudamente problemático y resbaladizo que, además está atravesada/agarrada por los modelos de estructuración de la sociedad de modo y manera que, este saber al que llamamos sociología, solamente puede existir en las democracias, en las gobernanzas desde el nosotros ya sean, constituidas o semirealizadas como la de la Grecia clásica o, simplemente soñadas, como las iniciadas/sepultadas en España desde 1812, con su ilusionado intento de recuperación de 1868 o Incluso, en el paradójico tiempo de la Restauración, al que, consideramos prudentemente como el verdadero momento de nacimiento de la Sociología en nuestro país, precisamente desde dos direcciones: Una conservadora de la mano de Cánovas -y precedida por Donoso Cortés-, y otra, de crítica/revolucionaria (Pellicer y Soriano) o inicialmente confusa con Nieto, y otra, tímida pero con el tiempo apuntando hacia un al principio titubeante positivismo que, al mismo tiempo que se tonifica va siendo a su vez, consciente de la problemática social de su tiempo, desde las sensibilidades reformistas del krausismo representadas madrugadoramente por Nicolás Salmerón, para hacerse claramente positivista con la contribución de Urbano G. Serrano. Dos direcciones que en la España finisecular habría que completar con la que nosotros denominamos “sociología del grito o de barricada” utilizada como herramienta de justificación científica y de sostén teórico por el anarquismo español. Todas ellas verdaderas sociologías, aunque en algunos momentos -salvo la anarquista-, parece que se ladeen del criterio de eminentes sociólogos como el profesor alemán René König (1965) para el que, la sociología suponía especialmente, una saber, una ciencia de la oposición y una crítica de la sociedad,[28] y, admitiendo que, a la vez, puedan ser utilizadas para la reproducción/administración del orden social, o para su transformación/revocación. Serán verdaderas sociologías tanto unas como otras; las sociologías del control y de la funcionalidad como, las sociologías críticas y de la denuncia. La cuestión residirá en tener en cada momento claro, desde que instancias de intereses se organiza ese saber que, repetimos supondrá siempre algo autorreferencial que se muerde la cola a modo gödelaino. Probablemente, la única certidumbre axiomática de la sociología habría que buscarla más allá de sus pretensiones de cientificidad, sino en su dimensión y posicionamiento poliédrico/moral, como todo lo humano. Unas veces escamoteando y otras, desvelando la injusticia y el sufrimiento[29], desde mecanismo razonablemente objetivos/sistematizados, verificados por la mirada, la escucha y la palabra. Y, esto siempre será algo no solamente construido sino, condicionado. De cualquier manera, desde la complejidad jánica de la vida y las cosas, combinando rizomáticamente, lo expresado por Zygmunt Bauman al referirse al Quijote[30], cuando nos hablaba de la comprensión de la vida en toda su:
“…Desnuda e incómoda, pero liberadora realidad…una vida donde la única certeza es la certeza de la incertidumbre, en el que estamos destinados a intentar comprendernos a nosotros mismos y acercarnos a los demás…”
Con las certidumbres de los fanatismos teológicos o ideológicos como semillado del distanciamiento y cosificación de los otros o, sencillamente como táctica reflexiva para la comprensión de la vida como herramienta de marketing económico y político.
Posible y desgraciadamente, a pesar de los buenos deseos y beatas ingenuidades de algunos sociólogos la sociología real, la que realmente se inscribe en la práctica del oficio por la mayoría de sociólogos profesionalizados, academizados y tabulados, puede que, siendo una vera sociología, se distancie de la deseada, soñada y algunas veces realizada por la gavilla de sociólogos-la mayoría fronterizos-, que intentan más que escayolar la realidad, romper esa misma escayola, mirando la vida de las gentes desde su carne y su sangre…y aquí, puede ser desde donde cobre sentido la simpática ocurrencia del profesor y sobre todo, maestro Alfonso Ortí, sobre “rotos y descosidos”…pensemos tan solo en la vera sociología de toda la escritura comtiana, o en la otra, tan vera sociología, de Marx, Rafael Farga, Antonio Pellicer o Joan Montseny.
Entre medias, más madera. Una primera reflexión sobre el asunto a propósito del objeto referencial del que intentamos discurrir, esto es, de la Sociología, supone un saber continuamente atrapado no solamente, entre la teoría y la práctica sino, además condicionado socioespacialmente en el tiempo histórico. Si existe un saber esencialmente histórico más allá, de la propia historia, sería la sociología[31]. Lo que desde el siglo XIX estamos entendiendo como sociología, puede que, no nos sirva en nuestros días. Y, a su vez, necesitamos conocer, agarrar, el cordón matriz de esa sociología del tiempo de la fábrica/chimenea, para entender las claves de nuestro tiempo de la fábrica/cognitiva al igual, que necesitamos bucear en la Atenas del siglo V para comprender el solado sociopolítico desde el que probablemente, se inauguran las primeras miradas sociológicas. Esta esencialidad histórica de la sociología nunca, la experimentarán -a lo menos, con la misma intensidad – las ciencias físico/naturales – Es más, y, con toda seguridad, el que el paradigma/nicho hegemónico funcionalista, en el que, – por supuesto, reconvertido en la actualidad-, se habría movido en una parte significativa dentro de la sociología académica, con un exultante y continuado desprecio por la diacronía histórica, nos podría desvelar junto a su militante beatitud para desatender, nuestro actual “malestar en la cultura;”[32] su paradójica y potente robustez productiva/funcional, para reforzar toda la actual arquitectura neoliberal que, desde una prístina pertinencia supone también, un patente diseño de embalsamadas sincronías ahistóricas.
Al final, puede que los sociólogos como los demás “expertos” en ciencias sociales, psicólogos, economistas o politólogos incluyendo los nuevos competidores supracientíficos representados por los conversos de las neuropsicologías, neuroéticas y neurosociologías, no se hayan enterado que su pretendido objeto de estudio, los hechos y realidades socio/individuales, están fabricados con la misma sustancia/pellejo que el investigador y, por lo tanto, no constituyen realidades epistémicas fijas, sino infinitamente complejas, endopáticas, condicionadas y flexibles, a diferencia de los objetos de las ciencias físico-naturales que son – en principio y solamente en principio-, totalmente externos a la subjetividad/emocionalidad humana. Además, los objetos/sujetos de las ciencias sociales tienen la manía de ser “respondones;” poseen como nos recordase Stalislav Andreski (1972) la maldita costumbre de reaccionar ante lo que se dice de ellos, con lo que, la acumulación de su saber será siempre resbaladizo y muy difícilmente sistematizado/fijado por leyes inamovibles, fijas, neutras y universales. Situación por otra parte, mucho más condicionante si se tiene en cuanta la potencia controladora de los poderes constituidos que, si han estado en ocasiones a la defensiva, con respecto a las innovaciones científicas, muchísimo más lo han estado, a nuevas miradas y lecturas sobre la ordenación de la sociedad incluyendo el cuenteo o contabilidad de los humanos, atreviéndonos a contar/censar, a la gente; algo inicialmente, solamente realizado por el Dios de los judíos y continuado por los emperadores romanos. Quizá la primera sociología o si se quiere, protosociología, consistió no solo en describir comportamientos humanos sino, que, a su vez, estuvo unida al simple cuenteo poblacional de esos mismos humanos. A la par, que escribir o relatar hechos humanos supuso, desde los tiempos del Éxodo (ca. 1400 a.C.) una tarea que, de alguna manera ladeaba el poder de los dioses; contar, censar, numerar a las gentes, supuso en principio, y muy especialmente, en la cultura bíblica, algo prohibido, que, heredaría el Imperio Romano[34] y el posterior feudalismo medieval, sustituyendo a Dios, por el emperador o el rey. Si en el Antiguo Testamento solamente podía contar/censar Jehová[35]; en Roma y en la Europa medieval, incluso, en la primera modernidad – la del Renacimiento-, era el soberano, el único que podía contar a sus súbditos. Incluso el primer censo fiable realizado en España por Godoy en 1797 tuvo la impronta y el tutelaje de Carlos IV. Solamente el Censo-Diccionario (1845-1850) de Pascual Madoz y a pesar de sus errores demográficos[36], se puede considerar que, el cuenteo de las gentes elude la mano del Rey y sobre todo puede dar paso a derivas de alguna forma intranquilizadoras para el poder en la medida qué si, alguien cuenta puede preguntarse a continuación cómo son las condiciones de vida, las aspiraciones y reivindicaciones de esas gentes contabilizadas O, en otras palabras, si cuentas es porque lo que cuentas lo tienes tabulado y, en cierta medida domesticado, son tuyos. El general avisado, sabe, conoce sus recursos humanos, ha contado a sus soldados, pero siempre dudará y difícilmente podrá contar a las tropas del enemigo Tiene una ventaja…pero a su vez, esta ventaja le abre la puerta a la apertura de inquietudes sobre la productividad, lealtad o insurgencias, de manera qué, controlando y acaparando el cuenteo está en disposición de realizar a continuación seguimientos de control y vigilancia según sus intereses. Para que haya y funcione una biopolítica del cuerpo (militar, hacendística, religiosa, política) antes, se necesita contar esos cuerpos.
Como curiosidad incluimos un listado de cuenteos en España hasta los inicios del XIX en donde podemos observar que, en este tiempo finisecular se pasa de contar no solamente cuerpos y capacidades fiscales, a contear riqueza y bienes productivos.
Censo de Pecheros de 1528
Censo de los Obispos de 1587
Censo de los Millones de 1591
Censo de Campofrorido de 1712
Catastro de Ensenada de 1753
Censo de Aranda de 1768
Censo de Floridablanca de 1787
Censo de Godoy de 1797
Censo de la Riqueza de España, 1799
Censo de los frutos y manufacturas de España, 1803
Probablemente los humanos desde el Neolítico podían contar a sus ovejas y animales domésticos, pero contar a los hombres sería algo exclusivamente realizado por Dios o, el Rey. Sencillamente porque mientras que los animales eran propiedad de los hombres, éstos eran propiedad del soberano o de los dioses. Por lo mismo, y hasta nuestros cercanos días de los clarines vencedores, intranquilizarían más las encuestas, que las escrituras sociológicas de los tiempos del Balmes o del Instituto de EE. Políticos. Quizá por eso, nuestro peculiar fascismo de alpargata y sacristía a lo “género chico “que, asesinaba sin piedad al ritmo de “Las Corsarias” se inventaría y, sustituiría la encuesta por la auscultación (las cursivas son nuestras)
Posiblemente, esta práctica de contar a la población nos puede dar alguna pista en el rastreo y en la genealogía, de una especie de arqueología de las diversas estratégicas presociológicas o incluso sociológicas, anteriores a una sociología sin sociólogos. En cualquier caso, podríamos decir que, antes de mirar/escuchar/relatar sobre la vida de relación de/entre las gentes, estuvo el contar, el contabilizar cuerpos/gentes/poblaciones como objetos productivos. Y, este contar, a pesar de lo inocente que se nos podría presentar en una primera lectura, será algo maldito, cargado por Satanás siempre, que no sea controlado por Dios o el Rey. En suma, para los poderes constituidos ya sean teocráticos, o monárquicos o, incluso, democráticos/escaneados, acercarse y no solamente mirar al hombre en su existencia – siempre social -, sino simplemente contarle, será hasta nuestros días, una paradójica mezcla de sospecha y de necesidad. Al fin y al cabo, la sociología que se va institucionalizando desde el siglo XIX y, que, en definitiva, traspasa las tutelas sobre la vida de los hombres (como “los otros” y, no desde el “nosotros”) por Dios y el Rey (o las democracias/simulacro de impresora digitalizada) iría sustituyendo esas tutelas en finos cuando no, penetrantes y virtuales, dispositivos de control ya sean desde la Academia o desde el Capital.
Además, y, de alguna manera, el hecho de contar, y la aparición de lo “cuantitativo,” en la construcción de las “sociologías “merezca alguna consideración, que, muchas veces, los sociólogos progre/catequistas, educados o formados en las sociologías pretendidamente consideradas como críticas, han tratado despectivamente o, simplemente ignorado[37]. Recordemos como ejemplo, una referencia a San Isidoro de Sevilla (siglo VI) inscrita en la primera página de “La medida de la realidad” del historiador norteamericano Alfred W. Crosby (1997)
“…Quitad el número de todas las cosas y todas las cosas perecen. Quitad el cálculo del mundo y todo queda envuelto en oscura ignorancia, y tampoco el que no sabe calcular se distinguirá del resto de los animales…”
O, si quiere, y para que, el lector trabaje un poco, ojee, el arrinconado estudio estadístico que el ingeniero de caminos, urbanista y comandante de la Milicia Nacional Ildefonso Cerdá, realiza en 1856, sobre las condiciones de vida y trabajo de los obreros barceloneses, o uno de los escritos olvidados de Marx, que es precisamente una encuesta diseñada a modo borrador en 1860 y semirealizada/publicada en 1880, según un cuestionario de 90 preguntas en el que la primera es: ¿En qué rama trabaja usted? Y la última: Hay en la empresa en la que Vd. trabaja malestar o quejas que, en su opinión, ¿puedan llevar a una huelga o que se puedan resolver únicamente mediante una huelga? ¿cuáles? ¿Por qué tipos de demanda, aparte de las relaciones con la empresa, debería irse a la huelga? Un admirable cuestionario que, desde lo metodológico, Marx combina preguntas más o menos cuantificables con otras abiertas y casi proyectivas, que debería también estudiarse[38] en nuestras Facultades de Sociología.[39]
Es más, la verdadera sociología empírica/positivista, anunciada por Comte y nunca realizada por él mismo, se hace dos años después de su canonización semántica como Sociología (posterior además a la de Sieyès en 1780 ¿?) la llevaría a cabo el médico francés René Villermé en 1840 con su Tableau de L´état physique et moral des ouvriers, employés dans les manufactures de coton, de laine et de soie, seguida en el mismo año, de la menos cuantitativa pero metódicamente positivista del economista y ¿por qué no, sociólogo? francés Eugène Buret; De la misère des classes laborieuses en Anglaterre et en France, que, a su vez se las puede considerar antecedente cercano de los primeros escritos sociológicos de Engels, como las Cartas desde Wuppertal (1839) y la Condición de la clase obrera en Inglaterra (1845) seguidos de la Encuesta obrera de Ildefonso Cerdá (1856) o, incluso la adelantad propuesta “estadística” de Flórez Estrada (1814) ofreciendo las claves basales para los estudios empíricos de sociología urbana y, no solo de las metodologías cuantitativas sino de un modo de materialización concreto y positivista de uno de los modos de hacer sociología, anterior al relato exclusivamente teórico/sociológico de Comte
Posiblemente el número y sus artificios como la estadística nos ayuden, más de lo que, inicialmente hemos pensado muchos sociólogos pretendida/ingenuamente críticos, para acercarnos a una comprensión a lo menos cabal, de los hechos sociales. Curiosamente y, como ya, hemos esbozado en el párrafo anterior, uno de los primeros intentos de acercamiento o de prólogo de la sociología en España estaría representada por un personaje cuya mención en las aulas de las Facultades españolas de sociología, se me malicia que muy pocas veces se haya dado. Nos referimos al economista y político asturiano – y por qué, no, sociólogo-, Álvaro Flórez Estrada (1766-1853) qué, junto a otros escritos presociológicos como: Reflexiones sobre la libertad de imprenta (1809) Representación al rey en defensa de las Cortes (1819) y Curso de Economía Política (1828) redacta en 1814 un Plan para formar la estadística de la provincia de Sevilla.
Este primer escrito de 1813 aunque publicado en 1814, sobre la Estadística de Sevilla, constituye por sí solo, un pionero trabajo de sociología empírica en nuestro país, sino paralelamente un tratado de estadística aplicada absolutamente madrugador que, además ha permanecido arrinconadoen las estanterías de la Biblioteca Nacional hasta su recuperación por el profesor Luis Ruíz-Maya Pérez en 1983.
En definitiva, las miradas sobre nuestro estar/vivir/ser/interrelacionarse, en sociedad, nos han conducido a que, estas lecturas y miradas se organicen en diferentes momentos continuamente presentes en la historia política occidental habrían conducido en los lindes entre el siglo XVIII y el ochocientos, a la necesidad de su acondicionamiento y santificación científica como saberes academizados independientes del control eclesial/teologal para constituirse como ciencia. En nuestro caso como Sociología; lo cual, no impediría que hayan existido miradas anteriores y paralelas de los hechos e interrelaciones sociales, que, siendo verdaderos saberes sobre hechos y formas sociales por su particular rechazo, incomodidad o, simplemente descripción de las circunstancias, del acontecer de la vida de las gentes del común desvelando lo no dicho, o lo no querer haber visto, habrían sido expulsados/transterrados a las fronteras de lo científicamente admitido, dando lugar, a lo que consideramos como, miradas sociales sin sociólogos y, otras, como sociologías fronterizas. Sociologías, que posiblemente, nunca podrán ser consideradas como tales según la semantización acordada canónicamente, desde las instituciones del Protomedicato sociológico, pero que sí, pueden ser entendidas como verdaderas sociologías en cuanto intentos, de comprensión del continuo convivir/malvivir de las gentes, a partir de los rozamientos de una peculiar y endemoniada entropía de su existir biosocietario. Abundando en el asunto, y quizá este sea el hilo reflexivo basal de nuestro escrito, la sociología, la vera sociología se pudo y de hecho se institucionaliza indiscutiblemente dentro del lenguaje científico (descontando el antecedente del cura Sieyès) del positivismo del Ochocientos, pero esto, no invalida que junto a operadores políticos como la Revolución Francesa o económicos como la progresiva consolidación de las burguesías de la fábrica, se diesen con anterioridad y continuidad miradas, y sobre todo escrituras descriptivas o críticas que, entrarían en un saco semántico al que llamamos “lo social” y, lo social, no supone otra cosa que, la visibilidad de la vida de las gentes sin poder; de la gentes cuyo modo de sobrevivir es el trabajo, frente a la constante y continua visibilidad de la vida de los detentadores de los oficios del poder. Llegando a este punto puede que los inicios de lo social se puedan rastrear en escrituras versificadas como “Trabajos y días” de Hesíodo (700 a. C.) para continuar con el teatro griego (Esquilo, Sófocles, Eurípides y Aristófanes) en donde fundamentalmente los protagonistas del relato en lugar de los dioses son hombres y mujeres de carne y hueso…para nosotros la gran obra pionera de lo social después de “Trabajos y días” sería Las Troyanas de Eurípides (ca. 415 a.C.) en donde el sufrimiento es el eje conductor de la obra.
En suma, podríamos concluir diciendo que, la visualización escriturada de lo social supone y, no es otra cosa que, la visualización del trabajo y el sufrimiento de las gentes. Y, en esto, puede que, estén más cerca de esa sociología sin sociólogos, los poetas y dramaturgos qué, el Platón de la República (ca. 415 a.C.) que, no obstante, pueda que sea desde lo político y desde los intereses de las clases gobernantes el primer relato constitutivo de la sociología occidental, en la que perfectamente se puede observar un nunca inocente, diseño societario/comunitario, aunque fuese desde el Primer Estado[40]
A veces los sociólogos tendemos a ahorcarnos con nuestra propia corbata, y confundimos el relato fundacional positivista de Auguste Comte entendiendo el positivismo con el cuantitativismo a secas y cómo, el número o la cantidad, constituyen elementos centrales únicos y esenciales de las Ciencias Naturales y que para conseguir/hacer ciencia positiva o verdadera ciencia, necesitamos contar. Quizá, todo lo contrario. Hacer ciencia positiva supone fundamentalmente mirar y volver a mirar la naturaleza de las cosas por debajo de las cosas, incluidos los hechos sociales. Es más, las propias Matemáticas, el saber específico de los números y del cuenteo, necesitó y necesita una reflexión previa “cualitativa” como por ejemplo cuando y porqué se inventó el número 0 o, cuando tuvo que enfrentarse con el cálculo de la trayectoria curva de los disparos de artillería diseñando la “matemática sublime” por medio de un artificio llamado cálculo diferencial/integral con el concepto de derivada realizados casi simultáneamente, primero por von Leibniz (1675.1684) y posteriormente por Newton (1687) En estos dos científicos los números, su cálculo numérico no era más que, una herramienta táctica, que reposaba sobre una cúpula de bóveda filosófica o “cualitativa”, de tal manera que lo “positivo” de su saber reposaba sencillamente sobre la observación reflexiva y una suerte de repetición, que es a su vez, mirada y memoria de la mirada, como un peculiar modo de observar. Probablemente esta idea diferencial de la repetición suponga una clave relevante que distancia la sociología de las ciencias naturales, de forma que, los hechos sociales se repiten de manera diferente o si lo hacen, lo realizan sobre circunstancias o variables que difícilmente se pueden medir/cuantificar/comparar, con las herramientas de las ciencias físico/matemáticas; diferenciándose respecto a los hechos de la naturaleza que, en general se repiten siempre en su totalidad con tal que, algunas variables se fijen como independientes, y se muestreen según la lógica matemática de la “varianza”(Ronald Fisher, 1919)
El asunto está en que, en la vida societaria de los humanos no podemos contar con variables independientes; todo, absolutamente todo está intercondicionada y todo, es dependiente de todo.
Por consiguiente, la Sociología puede responder al criterio positivista, sin tener necesariamente que reposar sobre una exposición cuantificada…el anclaje comprensivo realmente significativo de la sociología es tan solo la mirada y la palabra, aunque, esta mirada y palabra pueden admitir como complemento el número y la cantidad… la sociología lo único que necesita es libertad para sencillamente, saber y poder mirar. (las cursillas siempre nuestras) de tal manera, que el cuenteo del dato o de los hechos sociales como dato, supone algo más que un añadido táctico para la comprensión cabal de esos hechos/acontecimientos sociales. Pretender conocer los hechos sociales exclusivamente sobre el dato y el modelo experimental de las ciencias físico/naturales es solamente una ilusión que, se suele convertir en el oscurecimiento comprensivo/reflexivo de esos mismos hechos sociales. Este sería el error de Comte y de alguna manera corregido o medio continuado por Durkheim al entender los
mismos como cosas, sin advertir que, esas cosas, no responden únicamente a la categoría nominalista de lo palpable/visto sino de lo palpable/sentido, a lo vivido, compartido, sufrido por los humanos en entornos de interrelación, complejos y movibles en donde esas cosas no permiten nunca, referentes/variables e independientes. Probablemente el error y, a su vez, su acierto en la sociología durkhiana haya sido al mismo tiempo que, considerar los hechos sociales como sujetos del logos, el no aclarar que, ese logos es un verbo, de que las cosas del vivir humano con los otros, debe ser mirado desde el tiempo y desde el espacio donde se dan y continuamente se mueven. Aspecto, al que, no obstante, Durkheim se habría acercado en su inigualable estudio sobre el Suicidio (1897) que para nosotros marcaría/fijaría el inicio y la consolidación de la sociología como ciencia positiva, cerrando y abriendo el circuito fundacional del relato comtiano a la sociología moderna.
Notas pie de página:
[1] Las Comunidades de Castilla (1520-1521) puede que, en principio no tengan nada que ver con este asunto de la construcción de la sociología española…sin embargo sí, se pueden considerar con una madrugada de los sedimentos sociales y políticos sobre los que se constituye precisamente, el nacimiento de la sociología tras la consolidación del Tercer Estado en Francia. El propio lenguaje de las Comunidades, expresado en los neologismos Junta y Comunidad estarían alumbrando el sentido y la semántica de la sociedad civil, frente a la semántica nobiliaria de la organización social medieval basada en los tres estamentos: nobleza de sangre, alto clero y pueblo llano. Para nosotros, Las Comunidades, a las que se pueden considera como un verdadero intento de Revolución social y política, de algún modo se adelantan en casi dos siglos a la Revolución Francesa intentando precisamente desde el particular Tercer Estado formado por las burguesías industriales castellanas y la que podríamos llamar burguesía de toga y espada (las cursivas son nuestras) y baja clerecía (fundamentalmente del clero regular, con la excepción del Obispo Acuña y su Batallón de sacerdotes) y sin olvidarnos de la Carta de los frailes de Salamanca (1520) suponen de alguna manera, el pistoletazo de salida hacia modelos de sociedad desde los que, serán posibles relatos y miradas constituyentes de las trochas que conducirán a la constitución de la sociología española. Curiosamente la obra de Juan Luis Vives -y contando con sus influencias erasmistas -, se va realizando unos pocos años después del tiempo sociopolítico comunero…para nosotros Las Comunidades puede que fueran un catalizante significativo para el inicio de un nuevo lenguaje sobre ese estar de los unos con los otros en España, rompiendo la estructura feudal y apuntando hacia la modernidad burguesa/fabril.
Es más, la Ley Perpetua promulgada por la Junta de Ávila en 1520 se la puede considerar como una madrugada del Juramento del Juego de la Pelota francés (1789) organizando un verdadero Tercer Estado a la castellana, a modo de la primera revolución social y constitucional europea y americana …probablemente con dos diferencias sustanciales. Una que en la de Ávila, se mantenía la figura del rey. Otra, relacionada con su enlosado económico sustentado en el mercantilismo mientras que, en Francia, alboreaba la sociedad del capital y la fábrica.
[2] A los que habría que añadir personajes absolutamente desconocidos que realizan una suerte de sociología empírica antes de su academización como José María Canalejas Ugalde (1808-1873) un militar y comandante de presidios, padre de Francisco de Paula Canalejas a su vez tío del político José Canalejas Méndez. José María Canalejas Ugalde realizaría en 1861 una estadística sobre la “Situación material y moral de los reclusos de la Casa Municipal de Corrección de Barcelona”, que constituye en la línea de la estadística obrera de Ildefonso Cerdá un exponente de esa inaugural sociología española, antes de su institucionalización claramente distanciada, de los escritos de contenido social para ser una verdadera sociología no dicha, y no pensada como tal, pero en la práctica una “vera sociología”
[3] José Moreno Nieto y Villarejo (1825-1882) un eminente arabista y político español militante del Partido Progresista y de la Unión Liberal, de talante liberal/conservador y, que, pronunciaría un discurso en la Academia de Jurisprudencia y Legislación en 1874, utilizando la palabra Sociología considerado equivocadamente por algunos historiadores de la sociología española como el momento en que se utiliza por primera vez en España el neologismo “sociología”
[4] Concretamente en la página 16 y 17 de su Discurso de 1874
[5] Se suele considerar a Gumersindo de Azcárate, como el pionero dentro del krausismo de la sociología en España…quizá una atribución, aunque cierta que, necesitará matizaciones. Realmente lo que le debemos a Azcárate aparte su afianzado liberalismo y su asunción del positivismo, sería su gran sensibilidad por la problemática social de su tiempo y su papel en la celebración del I Congreso de Sociología en Valencia (verano de 1883) en el que participan el propio Azcárate, con Salmerón, Castelar, Silvela y Gabriel Rodríguez abriendo el camino para la fundación de la Comisión de Reformas Sociales (1883) y de su continuación en el Instituto de reformas sociales (1903) cuando si podemos decir que. servirían de arropamiento institucional para la creación en nuestro país de potentes sensibilidades sociales y de tutela de las condiciones de vida y trabajo de las clases populares acompañada además, por la inaugurada de numerosos informes verdaderamente sociológicos a partir de la voluminosa Encuesta obrera de 1884 promovida desde la CRS inaugurando de alguna forma la sociología empírica española que, por otra parte, no tendría que ser exclusivamente cuantitativa, y ni siquiera escriturada, para ser continuada con el Instituto de Reformas Sociales ( 1903) en cuya fundación y desarrollo tendría Azcárate un lugar insustituible…puntualizando, debemos anotar que en realidad el membrete de Comisión de Reformas Sociales es de 1890. Inicialmente el Real Decreto fundacional de 1883, llevaba por rótulo “Comisión encargada de recabar datos para el estudio de las cuestiones que interesan a la mejora o bienestar de las clases obreras tanto agrícolas como industriales y que afectan a las relacione entre capital y trabajo”
Como apunte complementario sobre el arriba mencionado Gabriel Rodríguez, diremos que se trata de la figura del no muy conocido y citado ingeniero de caminos y abogado valenciano Gabriel Rodríguez y Benedicto (1829-1901) que en la saga del pensamiento social y desde la economía política, se le puede considerar un precursor de la sociología non dit española. Su obra más significativa desde esta perspectiva sería su conferencia sobre “La influencia de las ciencias económicas y sociales en la educación de la mujer,” (Madrid, Imp. de Rivadeneyra, 1869)
Continuando con Azcarate y la construcción de la sociología y, aunque, en su libro Estudios Económicos y Sociales (1876) dedique algunas páginas (267-268) a propósito de comentar los escritos de Comte, escriturando por dos veces el neologismo “sociología,” y, de algún modo resaltando su papel “en relación con la vida social,”la lectura minuciosa de estas páginas nos deja algo perplejos y sin saber lo que realmente es la sociología para este autor. Por otra parte, en un escrito posterior de Azcárate titulado El problema social (Madrid, Gras Editores, 1881) no menciona en ningún momento la palabra sociología, aunque, años más tarde nos encontraremos con un Azcárate renovado en su Discurso de 1891, “Concepto de Sociología” en el que el concepto de ésta, se iría haciendo más transparente, aunque sin desprender de opacidad y dificultad de lectura propia de los textos krausistas y de alguna manera no llegando a la claridad y rotundidad de su predecesor Urbano G. Serrano (1884). Se podría decir que Azcárate, más que un sociólogo en sentido estricto es sobre todo un catequista empírico y teórico de “lo social “y de la modernidad política/democrática iniciando los esbozos modernos de la sociología española culminados en la obra posterior de Sales y Ferré.
En cuanto a esa defensa de la política democrática y de alguna forma como diseñador de una sociología non dit como sociología, tendríamos una muestra en su escrito “Estudios filosóficos y políticos” (Madrid, 1877)
[6] En nuestras pesquisas bibliográficas hemos encontrado un dato interesante respecto a la obra de un periodista y archivero vallisoletano de nombre Vicente Colorado y Martínez (1850-1904) que en un Discurso de inauguración de la sección de CC. MM. y Políticas del Ateneo en 1882 titula: “Fundamentos de Sociología,” siendo prologada por Urbano González Serrano en su versión escrita en 1883 (Imprenta El Extremeño, Plasencia) Un discurso/escritura lucidísimo que se organiza dentro de manifiestas sensibilidades organicistas y darwinistas, únicamente engatilladas por el peculiar espiritualismo de claras herencias krausistas pero a la vez positivistas. Dice Vicente Colorado:
“…Los principios fundamentales de la sociología radican y parten de la naturaleza misma del hombre. El cual se hacen dispuesto por su organismo para la vida y las relaciones sociales…” (op.c. pág 14)
Una obra sin duda alguna valiosa para entender claves reveladoras para la constitución de la sociología en España en la que, además se pueden percibir madrugadoras sensibilidades ecologistas como cuando Colorado dice:
“…La patria del hombre lo es la tierra que pisa…” (op.c. pág 28)
[7] Sin embargo y, hasta ahora, según criterios institucionales, sería precisamente Cánovas del Castillo (precedido como hemos ya apuntado por los anarquistas Pellicer y Soriano) el que, antes de Moreno Nieto utiliza o escritura la voz sociología en el panorama cultural español en un discurso al parecer escriturado, pero no realizado (Vide: Salustiano del Campo, 1997) en el Ateneo de Madrid (1873) que, había sido titulado prolíficamente:
“Las últimas hipótesis de las Ciencias Naturales no dan más firme fundamento a la sociología que en creencias aún miradas también como hipótesis en que esta ciencia se ha basado hasta ahora…”
En pertinencia con las sensibilidades ideológicas y religiosas de Cánovas, continuaría explayando su concepción de la disciplina en otro discurso posterior bajo el rótulo “Idea de Sociología” que constituye una copia del discurso no llevado a cabo en 1873 en el Ateneo, con el que encabezaría Cánovas en 1881, su discurso de recepción en la Real Academia de CC. MM. y Políticas, constituyendo una crítica a lo que ya se iba entendiendo como un saber alineado con el positivismo y el evolucionismo que, venía ya, penetrando por diferentes senderos intelectuales en España a propósito de la polémica sobre el darwinismo y, que, daría paso a la corriente o ramaje krausopositivista como la delinease tres años después del discurso de Cánovas, Urbano González Serrano en su libro, “La sociología científica moderna” (1884) que pueden suponer junto al poso positivista dejado por el magisterio de Salmerón, la antesala y el andamiaje sobre el que se edificará pocos años después, de la mano de Sales y Ferré y González Posada la verdadera sociología española en un trazado muy diferente al representado tanto por Moreno Nieto y especialmente por Cánovas, para el que, siguiendo a Salustiano del Campo (Real A. de CC:MM. y PP, 1997) la “verdadera Sociología”: “… se apoya para él en los principios tradicionales de las ciencias morales y políticas y busca los fundamentos de la verdad en las altas regiones de la Metafísica y la Teodicea…” manifestando ya, el rumbo que habría que tomar años más tarde el catolicismo español en relación con los fantasmas positivistas y pretensiones científicas de la sociología, presente entre otras aportaciones en la pretendida sociología expuesta por el prelado catalán Torras y Bagues o la del jesuita Martín Brugarola aunque, al final el episcopado español no le quedase otro camino que, el de utilizar la sociología como herramienta pastoral y, sobre todo, para conocer su eficacia, contabilizando por ejemplo, la asiduidad a las misas dominicales.
[8] En recuerdo de mi maestro en la EPHE parisina, Lucien Goldmann durante el bienio 1967 y 1968
[9] Posiblemente ningún político español, tuvo que lidiar con tantas crisis políticas en 45 días, como Don Nicolás Salmerón: la sublevación cantonal, la primera guerra de Cuba y la tercera guerra carlista…y, si se me permite, aunque el ritmo temporal y las circunstancias fuese diferente, algo parecido a lo que sucedió en el primer gobierno (1982) de Felipe González, en que, nos tuvimos que enfrentar desde la política interior, a un miserable y despiadado terrorismo, una durísima reconversión industrial y una urgente reconversión a la democracia de las agencias de seguridad y de la nueva arquitectura de la administración periférica del Estado
[10] Vide: Antonio Llopis y Pérez; Historia política y parlamentaria de D. Nicolás Salmerón y Alonso, Madrid, Imprenta de Ediciones España, 1915
[11] Vide: Prólogo de Fernando Martín López de la reedición de “Un caso entre mil” coordinada por Fidel V. Ribot, Madrid, 2008
[12] Vide: La introducción de Joaquín Carrera Moreno a la reimpresión facsimilada del Problema de la miseria (Ayuntamiento de Jerez de la Frontera, 2002)
[13] Vide: Rafael de Francisco; Más allá de la máquina; Valladolid, Pandorado, 2025
[14] Dos encíclicas de Pio IX, que edifican toda la arquitectura de la postura/resistencia de la Iglesia ante el laicismo, el darwinismo y el positivismo, que debían comentarse en profundidad en nuestras aulas de las Facultades de Sociología, como exponentes de lo que devendría la denominada “sociología cristiana” enlazando con la Rerum novarum (León XIII, 1891) en un intento de equilibrio/aggiornamento, para dar paso a la peculiar e interesante – desde el punto de vista sociológico -, desarrollo del pensamiento y la práctica social y sociológica, de las asociaciones social/católicas españolas desde Las Hermandades de Acción Católica hasta Caritas.
[15] Veamos de la propia pluma de Moreno Nieto lo que representa esta primera confusa y abigarrada explanación de la sociología en España:
“…Pero me apresuro á advertirlo: el otro problema ó sea el positivo, que considero subordinado al jurídico y que deber ser resuelto por otra ciencia, que llamaré ya sociología, encargada de todo lo que no comprende la filosofía del Derecho…Si, lo diré muy alto, a pesar de ciertos espíritus despreciadores de los tiempos actuales, á los sistemas modernos es fuerza pedir los principales elementos para la sociología; a los positivistas: pero á estos solo materiales: á otros, es decir, á los que han trabajado en la dirección abierta en parte por Savigny y más por Schelling, reformada y completada por modo no poco diverso por Stahl y Krause, y en la indicada entre otros varios…el plan, el concepto y algunas de las principales de esa ciencia…
…En cuanto al concepto y plan de la sociología y á su organización interior, los sistemas indicados ofrecen grandes novedades y excelencias, debidas á su procedimiento sintético y punto de vista objetivo, al carácter orgánico de sus doctrinas y á sus miras más cabales y más exactas, sobre las condiciones críticas y las arquitectónicas de la ciencia en general y de cada una de las ciencias…Tocante a las ideas, entre las que más pueden servir para el adelantamiento de la sociología, señalaré como una de las principales la que consiste en considerar la sociedad no como mero agregado, sino como un ser el llamado por un espíritu colectivo, y por otros, espíritu nacional y espíritu universal, ser que tiene variedad interior, expresada por individualidades con fin y destino propios…Semejantes ideas viniendo en la mayoría de esos sistemas derivadas de conceptos panteístas, tienen sentido falso y pernicioso, pero recibidas libremente por una metafísica espiritualista, y reformadas á su influjo, servirán de valiosos elementos en la obra de la constitución definitiva de la ciencia…” (págs. 16-17 op.c.)
[16] Abarcando y representado por científicos, naturalistas y médicos en los que se combinan positivismo y darwinismo, como: Antonio Machado y Núñez (abuelo de los hermanos Machado) Pedro Mata, Luis Simarro, Augusto González de Linares, Enrique Lluria, Santiago Ramón y Cajal, José María Cortezo, José Rodríguez Carracido, Odón de Buen, José Echegaray o Enrique Serrano Fatigati
[17] Recordando el libro de Joaquín Romero-Maura (Alianza, 1989) relatando el tenso clima revolucionario del obrerismo barcelonés entre 1899 y 1909
[18] Indagando en la obra de Azcárate nos hemos encontrado en uno de sus escritos: Estudios Económicoy Sociales (Madrid, Imprenta de Victoriano Suarez, pp. 267-268, 1876) breves y rápidas alusiones al neologismo sociología, aunque un poco más claras que, las esgrimidas por Moreno Nieto dos años antes, siguen presentando una cierta dificultad comprensiva en línea como siempre hemos considerado la peculiar dificultad expositiva de toda la escritura krausista incluyendo a Gumersindo de Azcárate en su primera época que, felizmente cambiaría de rumbo al filo de la centuria, con su Discurso de recepción en la Real Academia de CC. MM. y PP. (1891) intitulado “Concepto de la Sociología”
En cierta medida la obra de Azcárate es sobre todo algo en la frontera entre “lo social” y la sociología manteniendo siempre una indiscutible sensibilidad por lo que nuestro autor considera “el problema social de nuestro tiempo” o “las relaciones entre capital y trabajo” que desarrollaría en su “Resumen de un debate sobre el problema social” (1881) que constituye paradójicamente, un escrito en el que sin mencionar la palabra sociología, posiblemente sea más sociológico que su Discurso de 1891
Continuando con las sorpresas y rastreos sobre la obra de Azcárate, va a ser en un escueto escrito posterior de tan solo ocho páginas y media en el nº1 de la España Económica (Madrid, 1894) una publicación que llevaría como subtitulación: “Revista Hispano-Americana de Economía Política y Sociología”. En sus páginas, Azcárate intentaría con una cierta fortuna acotar las claves del saber/hacer de la sociología (Azcárate diría el “hecho sociológico”) desde su: “…sentido metódico como observación…” a sus significados y condicionantes propedéuticos: “…hasta tal punto, que las múltiples manifestaciones de la actividad social, ciencia, arte, derecho, política, moral y religión, encuentran en la estructura económica de un pueblo su causa determinante y su razón de ser…” Un párrafo en el que Azcárate, apunta como nota a pie de página referencias a la obra del sociólogo italiano (desconocido en España como sociólogo, aunque se tradujese en 1922 su Filosofía del Derecho) Icilio Vanni (1855-1903) un significativo reconstructor del positivismo sociológico y probablemente acuñador de la sociología crítica occidental – después del “non dit” Marxiano -, con su escrito, “Prime linee di un programa critico de Sociología” (Perugia, 1888) recogiendo un párrafo de la Teoría de la propiedad de Proudhom(1866):
“…la propieté est le príncipe le plus fondemental à l´aidé du quel on puise expliquer les révolutions de l´histoire…elle régit positivement l´histoire…”
“…
[19] Un estudio completísimo en todo lo referente al Congreso de Valencia como a la Encuesta obrera de la CRS la podemos encontrar en el Estudio introductorio que realiza el profesor Santiago Castillo en su cuidada edición de Reformas Sociales, Información oral y escrita publicadas de 1889 a 1893, Madrid, Ministerio de Trabajo, 1985
[20] Vide: Emmanuel Sieyès; Escritos y discursos de la Revolución, Madrid, Centro de EE PP y Constitucionales, 2007
Laurent Mucchielli; La découverte du social, Paris, Ed. La Découverte, 1998
[21] Recordando al profesor Moya en su escrito “Sociólogos y sociología,” 1970.
[22] Ibid. Moya Carlos, 1970, 3.
[23] Una licenciatura, rotulada en su diploma oficial como Licenciatura en Ciencias Políticas y Sociología (sección Sociología)
[24] Referencia en Salvador Juan, Universidad de Caen-Bassen, 2009.
[25] Un honesto y preparado sociólogo, que no ha recibido el reconocimiento debido a su bonhomía y saber profesional por parte, de muchos de sus colegas, fervorosos cofrades del “izquierdismo de butacón “Por ahora, no me atrevo a decir más o, mejor dicho, a poner negro sobre blanco, algunos aspectos de su actitud personal, valiente y decidida, en los años de plomo de la resistencia contra el terrorismo de las bandas etarras.
[26] Una ciencia o disciplina siempre difícil y peculiar, de contornos sutiles y continuamente movedizos; siempre separable de la frialdad emocional de las ciencias naturales…en suma: un saber cómo diría Bourdieu, siempre interrogado y en muchas ocasiones perturbador y molesto.
Vide: María Ángeles Durán: La dimensión internacional de la Sociología Española (2001)
Pierre Bourdieu: Cuestiones de Sociología (1984)
Fernando A. Uría y Julia Valera: La galaxia sociológica (2000)
Rafael de Francisco: Más allá de la máquina (2025)
Para tener un panorama más extenso sobre artículos, libros y publicaciones referentes a la Historia de la Sociología en España recomendamos el trabajo de Héctor Romero Ramos sobre la Bibliografía acerca de la historia de la sociología en España, Política y Sociedad, 2004, Vol.41 nº2, 175-177
[27] Simmel Georg; Cuestiones fundamentales de sociología (Berlín 1917, Barcelona 2002)
[28] René König; Orientaciones sociológicas, Berlín, 1965, Buenos Aires, 1968.
[29] Es más, incluso las sociologías del taponamiento o de refuerzo conservador de un determinado modelo de sociedad conservadora o claramente totalitaria; esas sociologías de la “auscultación” de los fascismos y a veces simplemente “eclesiales/pastorales” son también sociologías
[30] Con motivo de su discurso de agradecimiento al recibir su galardón en Humanidades por la rancia pero razonablemente acertada, Fundación Princesa de Asturias en el 2010. Referencia apuntada también en de Francisco Rafael, “Más allá de la máquina” (2025)
[31] Y siempre pensando en el delgado dintel que muchas veces hace de conjunción y solapamiento entre la historia y la sociología que, por ejemplo y según nuestra opinión, estaría presente en la escritura socio/histórica de Américo Castro que se moverá continuamente entre la genealogía histórica y la sociológica de tal manera que, ¿quién nos puede negar? que, este autor más español que el Brasil donde nació, no haga sociología y no profundice reflexivamente, sobre lo non dit en muchas escrituras canónicamente consideradas como históricas…Recordemos tan solo sus “Aspectos del vivir hispano” (1949) y “La realidad histórica de España” (1954) Un ejemplo más de nuestra opinión de que, se puede hacer sociología sin ser sociólogo y, a su vez, se puede no hacer una sociología decente y cabal siendo sociólogo…. (las cursivas nuestras)
[32] Recordando al Freud de 1920
[34] Curiosamente van a ser los griegos desde Pitágoras a la República de Platón, los que van a hurtar a los dioses de su hegemonía sobre los números. Una hegemonía por segunda vez rota en la Edad Media por personajes como San Isidoro de Sevilla (siglo VII) del que nos atrevemos a decir que, se le puede considerar como el primer pre/sociólogo hispano sin sociología y quizá sin sociedad (el subrayado en cursiva, como la mayoría de los utilizados en nuestro escrito, es nuestro)
[35] Tanto en el libro de los Números como en el de Samuel, se relatan acontecimientos relacionados con el hecho de contar a las gentes por parte del Dios de los judíos. En unas en las que Jehová, ordena por dos veces Moisés contar a los posibles soldados israelitas que cómo mandato directo de Dios y obedecido por Moisés no presenta ningún problema, y, otro momento en el que, parece que David, sucesor de Moisés, realiza un cuenteo/censo de la población hebrea, no ordenado directamente por Dios. Desobediencia que desencadena la ira de Jehová, no solamente porque constituye una grave ofensa sino además porque ese cuenteo estaría ordenado/controlado por Satanás. Cómo se ve, en el antiguo Israel, no estaban prohibidos los censos, que al mismo tiempo de constituir una herramienta contable/militar productiva, suponían un beneficio para las arcas sacerdotales, dado que como se manifiesta en Éxodo 1:1
“Siempre que tomes la cuenta de los hijos de Israel como censo de ellos, entonces cada uno tiene que dar a Jehová un rescate por su alma…”
[36] Sobre la escasa fiabilidad de los datos poblacionales del Diccionario geográfico-estadístico-histórico de España y sus posesiones de Ultramar (1845-1850) el profesor Juan José Martín García, nos presenta sus dudas en un documentado artículo titulado “Mintiendo más que hablando; la imposible población del Diccionario de Madoz” (Universidad de Burgos, 2018) Errores que, según Martín García responderían a las referencias poco fiables de la Matrícula Catastral de 1842 y a la propia astucia de los informantes con objeto de evadir la presión fiscal y las quintas.
[37] Algunos de los sociólogos que nos consideramos formados/deformados, en esa mezcla de ilusión y realidad que supuso CEISA, nunca, hemos despreciado las técnicas de encuesta. Es más, nosotros mismos a lo largo de cientos de estudios hemos utilizado los grupos de discusión, como herramienta metodológica básica, siempre que hemos podido o mejor dicho, siempre que el cliente haya querido pagarlo, con cuestionarios preferentemente mixtos (cerrados y más o menos abiertos, incluso proyectivos como el TAT) tanto como herramienta previa al grupo de discusión o al revés; el grupo de discusión como técnica para visualizar el campo de investigación y confeccionar el cuestionario posterior de estudios básicamente centrados en los métodos de encuesta.
[38] El lector avisado habrá ya, tomado nota, en nuestra repetida insistencia a la peculiar formación sociológica que, según nuestra subjetiva opinión – por otra parte, como todas-, se realiza en las contadas Facultades de la Universidad española que ofrecen la licenciatura o ahora el descafeinado y astuto grado de sociología, al que hay que añadir un lucrativo master para obtener un cierto grado de respetabilidad profesional.
[39] Vide: Gunther Wallraff, Yaak Karsunke y Carlos Marx, Encuesta a los trabajadores, Madrid, Miguel Castellote, 1973
[40] Vide: M. Dommanget; Los grandes socialistas y la educación. De Platón a Lenin, Madrid, Edit. Fragua, 1972