LUGARES DEL CUERPO

Apuntes o digresiones iniciales para una sociología del hospital.
I.- APUNTES INTRODUCTORIOS
Este escrito con el que, los lectores se van a enfrentar…y escribo “enfrentar” porque soy consciente que, mi escritura es pelín pesada y torpe, no es más que un prólogo al que, pretendidos sociólogos, más jóvenes y con mejor salud y saber que un servidor, les proporcione alguna pista sobre una personal y peculiar comprensión de la genealogía del hospital aunque, solamente sea porque conociendo su construcción podremos quizá, entender y reflexionar sobre el presente y el futuro de una institución o artefacto médico/cultural claveteado totalmente en nuestro canon occidental. Probablemente comprender y saber sobre este lugar/espacio de cuerpos averiados, se inscriba en la propia y amplia historia comprensiva de los humanos y, además nos pueda ofrecer alguna pista sobre lo que, desgraciada o agraciadamente pueda ser el resolutivo y a su vez, descarnado hospital del futuro. Un espacio/lugar que, posiblemente se ha y se estará, construyendo desde los mismos mimbres de otros lugares ahora, espacios descarnados como los de la ciudad, el trabajo y toda la trama biopolítica de la vida, en nuestro peculiar camino de hombres y mujeres por el amor, el sufrimiento, la vida y la muerte qué, a partir de los rastros y pistas que vamos teniendo en la actualidad, se nos malicia que, van a ser a la par que posiblemente o de alguna manera funcionales y resolutivos, irían estando presididos por una entropía emocional y psicosocial que les convierta en espacios deshabitados no solo de la vida sino, también de la muerte…tan solo acordémonos del Zendal o, de cómo, a las personas fallecidas por la no muy lejana pandemia vírica se les arrebataron los cuerpos de sus familiares muertos.
En suma, para este atropellado y fronterizo sociólogo, el hospital no es solamente un lugar para la cura. Es, sobre todo, un espacio privilegiado y significante para esa poietica y autorreferencial construcción del nosotros, hecho de la misma sustancia y carne que la ciudad, el cuerpo y la sociedad. Probablemente y al igual que otras miradas y prácticas sobre el cuerpo, nunca podremos comprender, agarrar el sentido y el existir del hospital, sin comprender la genología del cuerpo, la sociedad y nuestra propia forma de mirar y entender la vida desde un nosotros que, machaconamente se nos presenta desde lo mío y lo tuyo con el acompañamiento continuado y aunque resulte una paradoja qué, la contingencia y el sufrimiento del cuerpo dolorido, del cuerpo perjudicado (como dicen en castellano arriero) se intente sublimar/espiritual, desde los ascetismos religiosos o desde la asunción de causalidades de un pecado original o personalizado y cercano. Quien a pecado vive a pecado enferma o muere (las cursivas exclusivamente nuestras, aunque recojan algunos ecos del “quien a hierro…”)
Quizá por eso, en un alargado tiempo en el que, filosóficamente habían almas y cuerpos y sobre todo, cuerpos sometidos al alma, y con la excepción de los resolutivos espacios de la sociedad romana dedicados exclusivamente a la cura de cuerpos como el Valetudinarium castrense y la Taberna médica urbana, los hospitales de la cristiandad romanizada y sus madrugadores espacios intermedios formados por Monasterios de frailes curanderos, se curaba y atendía al cuerpo, pero siempre después del alma… para ser atendido el cuerpo del peregrino, el viajero o el simplemente mendigo o estropeado, al mismo tiempo que higienizado por el agua, debía, confesar y comulgar y, por lo tanto, someterse a los rituales cristianos romanizados de limpieza de cuerpos, empezando por los pecados del alma.
Los caminos hasta la civilidad o laicidad hospitalaria, hasta el tiempo del Hospital Clínico-Universitario, forman un recorrido de casi veinte siglos, dando lugar a diferentes etapas, todas ellas reposadas en diferentes formatos socioeconómicos, culturales, tecnológicos y políticos. En el presente escrito, el lector observará cómo el texto se va apagando antes del siglo de la “Clínica” un tiempo en donde tiene lugar, la construcción un poderoso y significativo lugar para la cura en el que, aparte su distanciamiento teoeclesial, se irá dando su ocupación por la tecnología médico/quirúrgica con el progresivo uso y presencia, del laboratorio como metáfora de la tecnología y la maquinaria médica, Aspecto que, probablemente necesita un escrito totalmente apartado del ofrecido ahora, y en el que, este abundamiento en la relación cristianismo y hospital será debido a lo que para nosotros puede constituir el muro de sostenimiento de toda nuestra cultura hospitalaria. De cualquier manera, realizaremos un breve exordio en el epílogo del capítulo XII, sobre lo que supuso el Hospital semi tecnológico en los inicios de la modernidad de la máquina, con un Hospital que ya, se nos publicita, a modo de un lugar para la cura de cuerpos, tecnificado, desde la deshabitalidad de las inteligencias descarnadas del paradigma de la I.A. y de probables cuerpos a su vez, también deshabitados y descarnados; cuerpos no mirados y no querer ser vistos sino, a través, de una pantalla…curiosamente, un novedoso cristalino que habría sustituido y alterado la peculiar manera de mirar/ver de los llamados HAM y qué como el oído, el olfato, la palabra y la mano, cierran/abren, la etapa “inconsciente-consciente” de los otros homininos no bípedos y sin lenguaje iconoalfabético, en esos meandros y arcos de ballesta que, marcan la trama de nuestro excepcional recorrido, por el amor, la vida y la muerte.
Continuará…